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LiberalidadesJuan Carlos Girauta

Puente, un Chávez en miniatura

Parece que Puente ha decidido medirse con Ayuso, apuesta que les funcionó muy bien a Casado y a Iglesias, líderes políticos que fueron

Actualizada 01:30

Recuerdo con genuina simpatía a José Blanco, conocido cariñosamente como Pepiño (o quizá Pepinho), antecesor de Óscar Puente en el Ministerio de Transportes, que entonces se llamaba Fomento y tenía más enjundia. Amén de negociar con él algunos asuntos en el Parlamento Europeo, en alguna ocasión nos tocaron asientos contiguos en el avión que nos devolvía de Bruselas. El socialista gallego había pasado a ser eurodiputado y no contaba con el favor de Sánchez. Eso cambiaría porque Sánchez no tiene amigos ni enemigos, tiene fichas de un juego de mesa cuyas reglas, cambiantes e imprevisibles, pone él. Blanco era afable y dicharachero. Demasiado quizá. A veces el sueño me vencía y, al despertar, sin saber cuánto rato había dormido, él seguía hablando, aunque para entonces ya había volado a otro tema con la misma velocidad que la aeronave. En las raras ocasiones en que mi estado era de vigilia, yo trataba de llevar disimuladamente el tema hacia sus orígenes en Palas de Rey porque un gran amigo mío, procedente del mismo municipio lucense, le había levantado una novia. Blanco tendría sus cosas, pero como ministro no ostentó de su poder. Era mucho más listo de lo que parecía. Tuvo, eso sí, un gesto de auctoritas cuando instó el estado de alarma ante una huelga salvaje de los controladores aéreos, a los que sustituyó por militares.

Su sucesor, Óscar Puente, maleado en las alcaldadas, carente de auctoritas y desconocedor del sentido de la misma, se revuelca hoy en su potestas cual cochinillo en una charca. (Lo anterior es un dicho, Puente). Vive en la risible convicción de que ser ministro es la leche. Como la rana hinchada de Esopo, se niega a tratar con su homólogo autonómico madrileño y sostiene que su única interlocutora debe ser la presidenta de la comunidad. Al ignorarlo todo, desconoce que los presidentes autonómicos son los representantes ordinarios del Estado en su comunidad. La diferencia entre Estado y Gobierno tampoco vamos a exigírsela siendo como es un socialista.

El otro día, en la Ser, Àngels Barceló charlaba con un bromista triste, un cómico deprimente cuyo nombre no recuerdo (Pop, o Bop, o Glup, no sé). Los prisaicos consideraron que Óscar Puente, como responsable de las máquinas que se mueven, debería prohibir la exhibición de la película Love Actually en el AVE por la poderosa razón de que a ellos no les gusta. El pequeño Chávez que Puente lleva dentro no lo dudó: lanzó de inmediato en las redes la orden «Hágase», de resonancias bíblicas. No era ninguna broma: las películas del AVE vienen en DVD y sus responsables, gentes relacionadas con Telefónica se vieron en serios apuros para eliminar a toda prisa la cinta condenada por el capricho de Àngels, Glups y Puentes. Hasta que alguien con más poder supo de lo ocurrido y ordenó detener la cacicada. Parece que Puente ha decidido medirse con Ayuso, apuesta que les funcionó muy bien a Casado y a Iglesias, líderes políticos que fueron. Hágase.

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