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Cosas que pasanAlfonso Ussía

Buena soledad

Últimamente, le salen al tal Sánchez chungas hasta sus groserías. El Rey es prudentísimo y está educado para tal fin. Pero me atrevo a asegurar que prefiere viajar sólo que muy mal acompañado

Actualizada 01:30

Viajar mal acompañado es un suplicio. Si el suplicio forma parte del deber a cumplir, el suplicio se convierte en una tortura china. Me hacen saber que el Emir de Kuwait, don Nawaf al Ahmed al Sabbah ha fallecido a los 86 años, y que ha heredado el trono kuwaití el jeque don Meshal Al-Ahmad Al- Jaber Al Sabah, el del triple Al. Como Mónica García, la de las cinco emes, Mónica, Madre, Médica, Ministra y Mongola, como a ella le gusta llamar a Isabel Ayuso. Reconozco que aún lamentándolo, le noticia de la muerte del Emir no ha cambiado mis planes. Hace días paseando bajo el sol y el azul maravilloso del cielo de Madrid rumbo al restaurante Bécquer, templo de la gastronomía del Foro, me crucé en la calle de Serrano, a la altura de la Iglesia de San Francisco de Borja de los padres jesuítas, con una mujer amabilísima que me expresó sus más hondos sentimientos de solidaridad y consuelo. «Por su aspecto, don Alfonso, intuyo que el fallecimiento del Emir de Kuwait le ha afectado en demasía»; «muchas gracias, señora. Para mí, ha sido como un escopetazo»; «siempre se van los mejores»; «así es señora»; «¿viene de rezar por su alma?»; «no, señora, acudo raudo a comer con tres amigos estupendos, que también han sentido el fallecimiento del popular Emir, pero el muerto al hoyo, y el vivo al bollo». Fuese decepcionada la buena mujer.

Una de las ventajas de no ser el Rey, es la de no tener que desplazarse hasta Kuwait para dar el pésame al heredero. Y la ventaja del Rey ha sido la de viajar hasta el emirato kuwaití sin tener que soportar la compañía de un ministro del Gobierno. El presidente del Gobierno, un tal Sánchez, no ha entendido todavía que la grosería de no hacer acompañar al Rey a un viaje oficial por unos de sus ministros es una grosería que el Rey agradece sobremanera.

No obstante, el tal Sánchez sabe que es norma protocolaria que en los desplazamientos de Su Majestad debe ir acompañado, como poco, por un miembro del Gobierno. A Buenos Aires, Felipe VI acudió en buena soledad a la proclamación como nuevo presidente de la República hermana de Javier Milei. Y en el viaje a Kuwait, también le han dejado en la sosegada armonía de la soledad. Un viaje a Kuwait o a Buenos Aires con Yolanda Díaz, o Bolaños, o la choni, o Marlasca, o Puente, es causa de incitación al suicidio. Pero el deber es el deber. Días atrás, en un local de Madrid, el presidente del Gobierno, el tal Sánchez, presentó con un gran intelectual de última hora de la noche, su libro Tierra Firme, que además no lo ha escrito él sino su negrita particular Irene Lozano, y a esa patochada de acto, acudieron ¡catorce! ministros del Gobierno. Y se lo pasaron muy bien, porque el tal Sánchez, el autor sin obra, se desenvolvió con soltura, y el gran intelectual de las madrugadas, es de lo que no hay. Y ahí estuvieron los catorce pelotas aplaudiendo como la tonta de la familia cuando los novios parten con el sable la tarta nupcial. Que ninguno de esos chupópteros pelotilleros, de esa banda de catorce agradecidos, se ofrezca a acompañar al Rey, es más que un desprecio y una grosería. Es un insulto a la costumbre, la norma, y el protocolo. Pero simultáneamente, es motivo de alegría para el Rey, que está harto, aunque lo disimule, de tener que aguantar por respeto a sus obligaciones a ese cardumen de coñazos y groseros, que se descalzan durante el vuelo, comen con la boca abierta, y cuando el servicio de a bordo le sirve a Felipe VI la bandeja de la comida, le dicen: «Que aproveche».

Últimamente, le salen al tal Sánchez chungas hasta sus groserías. El Rey es prudentísimo y está educado para tal fin. Pero me atrevo a asegurar que prefiere viajar sólo que muy mal acompañado. Porque la tragedia no se detiene en el «que aproveche». Nada del otro mundo. Que la Díaz pide un bombón helado durante el vuelo. Que le llevan el bombón helado. Que ella demuestra que es capaz de quitarle el papel protector. Y que dirigiéndose al Rey le suelta: «¿Usted gusta?».

Mejor en soledad, Señor. Mucho mejor.

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