El que con niños se acuesta...
Puigdemont sabía que tenía más que ganar teniendo al presidente agarrado por donde más duele que derrotándole a la primera. Sucedió lo que parecía imposible: gracias a Sánchez, los que quieren romper España son hoy más fuertes que ayer. Que ya es decir
El nuevo libro del maestro Andrés Amorós, la por ahora última gran firma que se ha incorporado a El Debate, se titula Filosofía vulgar. La verdad de los refranes (Fórcola, Madrid 2023) y aborda lo que su nombre enuncia: la riqueza del refranero popular. Y ofrece 44 refranes castellanos explicando su origen y el sentido que tienen. He disfrutado mucho de la lectura del mismo, pero ayer me di cuenta de que le falta uno con el que podría haber ilustrado a Pedro Sánchez: «El que con niños se acuesta, meado se levanta».
Eso es lo que le ha pasado a Pedro Sánchez y María Jesús Montero que el 23 de julio botaban sobre una plataforma a las puertas de Ferraz diciendo que habían ganado las elecciones. Ella agitaba el brazo como los gladiadores romanos tras ejecutar a su enemigo. Desde el mes de julio los medios de comunicación afines al Gobierno han estado proclamando un mantra con el que han convencido a muchos que no les votaron: las elecciones no las ganó el PP, las ganó la izquierda. Y ayer se ha demostrado que no es lo mismo tener una mayoría parlamentaria para nombrar presidente del Gobierno a una persona, que tenerla para gobernar. Máxime cuando tienes que sumar votos de nueve grupos parlamentarios o partidos diferentes. Yolanda Díaz y su choque con Podemos supuso la primera derrota del Gobierno. Ya puede decir ella que volverán a aprobar en Consejo de Ministros un decreto derrotado. Es obvio que están haciendo un uso bastardo de la figura del decreto ley desde el primer momento porque es evidente que estos decretos no son «de extraordinaria y urgente necesidad». Lo que anunció ayer Yolanda Díaz antes de la votación es que están dispuestos a volver a aprobarlo ignorando así lo acordado por la mayoría del Congreso de los Diputados. Esto cada vez se parece más a una dictadura.
Y lo más relevante de esa similitud es que una vez más pone de manifiesto que no hay reglamento, ley o precepto constitucional que Sánchez no esté dispuesto a saltarse con tal de mantenerse en el poder. Y el despiporre parlamentario que vivió ayer el Gobierno, en cualquier democracia occidental, implicaría la caída del Gobierno. Cuando uno presenta para la aprobación por la Cámara tres decretos que según el triministro Bolaños son de la máxima importancia para el futuro de España y la cámara derrota uno de ellos, es como si te hubieran hecho una moción de censura. Pero eso a Sánchez le da igual. Él va a seguir amarrado a la silla y cada vez va a estar más dispuesto a vender su alma a cambio de la poltrona. Ayer se llevaron los independentistas de Junts media docena de concesiones que desmembran España todavía más. Destacadamente la asunción por la Generalidad de la plena competencia en materia de inmigración. El control de las fronteras de España allí ya no lo tendrá el Gobierno de España. Y tanto Pablo Iglesias como Puigdemont han visto su fuerza redoblada con la derrota del Gobierno ayer en el caso de Podemos y con la victoria in extremis del Gobierno con la abstención de Junts. Puigdemont sabe que tiene más que ganar teniendo al presidente agarrado por donde más duele que derrotándole a la primera. Sucedió lo que parecía imposible: gracias a Sánchez, los que quieren romper España son hoy todavía más fuertes que ayer. Que ya es decir. El que con niños se acuesta, meado se levanta. Y en este caso, le gusta.