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Perro come perroAntonio R. Naranjo

El Delegado en Madrid, Ayuso y la xenofobia

Francisco Martín es el mercenario de Bolaños para hacer el trabajo sucio

Actualizada 01:30

Francisco Martín se hizo célebre en el verano de 2023, cuando soltó por esa boca inmensa una de las frases más repugnantes de la década o, tal vez, el milenio: «Bildu ha hecho más por España y los españoles que los patrioteros de pulsera».

Luego se disculpó, a la manera en que lo hacen los tipos de espíritu pobre: porque no aclaró si pedía perdón por pensar así, en cuyo caso hubiera sido preceptiva su dimisión para concedérselo, o por no creer en su propia palabra, lo que también reclamaba su salida de la Delegación del Gobierno en Madrid.

No se marchó y, probablemente, sumó puntos ante su promotor, el pequeño Félix Apaños, ministro de Andares Bonitos y Planes Sucios de Pedro Sánchez. Ahora ha reaparecido con el estruendo que se espera de un personaje situado en el cargo para, básicamente, hacerle la vida imposible a Ayuso. Y lo curioso es que él creyó que podía conseguirlo, que es como si uno de los enanitos de Blancanieves desafiara a Romay a una pachanga de baloncesto.

Ha perdido a la primera, como no podía ser de otra manera ante una presidenta que desayuna gorditos como él antes de pisar siquiera la calle: el susodicho llenó un cuartel de Alcalá de Henares de inmigrantes, de latitudes tan distintas y enfrentadas entre ellas como Argelia, Marruecos o Túnez, por un lado; y Senegal, Ghana o Mali, por otro.

Y no contento con la proeza, la acusó después de mentir cuando Ayuso, alertada por las consecuencias de semejante política migratoria, denunció las peleas y las denuncias por agresión sexual registradas en el municipio, que es el mío.

Todo era verdad, demostrado documentalmente, pese a lo cual Martinito sigue en el puesto y Apaños debe andar ya preparando la próxima jugarreta a Madrid. Quizá pedirles a los amigos de Hamás que, hombre, no pasa nada si se les desvía un misil. O algo así.

La anécdota política, tan zafia como todo lo que Sánchez intenta contra Ayuso en relación inversamente proporcional a lo que cede con Puigdemont, Otegui y otras hierbas malas del montón; esconde sin embargo un problema bastante más importante que la enésima batallita política del sanchismo contra la región que más ayuda al resto de España y menos cuentas le pide a nadie.

Porque gracias a ello todo el mundo ha descubierto que el Capitán del Aquarius era, en realidad, el del Costa Concordia: toda su política con la inmigración consiste en sacar de El Hierro a miles de jóvenes llegados en barco (los que viajan de verdad en cayuco se ahogan, los pobres) y situarlos en una ciudad que el PP le arrebató al PSOE para que Coalición Canaria le preste su apoyo en el Congreso.

No hay otra explicación a una inhumanidad doble: trasladar como ganado a seres humanos para confinarlos en un cuartel amurallado, sin ninguna expectativa vital que no sea la huida, la marginalidad o la deportación; y llenar un barrio tranquilo del porcentaje de escoria presente en cualquier grupo masificado.

Hablo con inmigrantes de Alcalá casi a diario: los subsaharianos quieren trabajar y mandar a casa el dinero que gastaron para que una mafia les llevara a Canarias, con la complicidad de Gobiernos como el de España, necesaria para que funcione esa extorsión.

Es indecente traerlos a un lugar donde no pueden residir ni trabajar, solo para contentar al socio canario, a costa de favorecer el negocio de las redes. Pero veo también a otros, muchos menos pero mucho peores, que ni quieren integrarse ni buscan esperanzados un puesto de trabajo. Son los que montan peleas y han conseguido que ningún padre de Alcalá deje pasar a su hija cerca de un sitio que siempre ha sido de paseo.

Ninguno de ellos debería de estar en Alcalá sin un plan de integración real que satisfaga las expectativas de los mejores y evite las tentaciones de los peores. Pero eso a Sánchez, a Apaños y a Martín les da igual: han logrado un titular, cerrado un acuerdo con Coalición Canaria, montado una campañita a Ayuso y, eso sí, ayudado a sembrar la xenofobia, el tráfico de seres humanos, el miedo a la delincuencia y la frustración de chavales que de noche, en su triste campamento, se preguntarán para qué demonios han venido.

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