Si alguien así no sirve, ¿quién sirve?
En otras naciones europeas venerarían a un intelectual brillante que se jugó la vida con valentía por el país, las libertades y los derechos de todos
Tras casi cincuenta años escribiendo en el principal periódico pro PSOE, El País, ese diario ha despedido a su magnífico colaborador Fernando Savater, de 76 años. Lo echan después de que el filósofo donostiarra haya destrozado al rotativo en su último libro, titulado La carne gobernada, donde cuenta su personal giro intelectual desde la izquierda socialdemócrata a la derecha ilustrada. En su ensayo concluye que «El País se ha convertido en el portavoz del peor Gobierno de la democracia» y lo tacha de «risible epítome de la prensa al servicio del poder». También tilda al periódico de Prisa de «chiste» y lamenta que esté «roído» por la ideología filonacionalista del PSC.
Creo que Savater acierta bastante en su diagnóstico. Pero también considero que el periódico sanchista ejerce su legítimo derecho cuando lo despide. Incluso resulta lógico, pues en periodismo no tiene sentido alguno que un medio de comunicación privado mantenga a un comunicador que discrepa de manera frontal con la línea editorial, adoptada por la empresa que le paga en perfecto ejercicio de su libertad. En contra de lo que a veces llegamos a creer, los que escribimos en los periódicos no tenemos ningún derecho adquirido a continuar de por vida en ellos (y no quiero dar malas ideas a mis jefes, pero es así). Savater se encontraba incómodo en El País desde hace mucho tiempo y en sus artículos propinaba pellizcos constantes a la cabecera que lo acogía. Hacía oposiciones al despido y por fin ha llegado, lo que convertirá su flamante libro en un pequeño superventas.
Pero dicho lo anterior, un país donde no se valora y respeta a una figura como Savater tiene un problema serio. Y aquí ese problema anida en una izquierda desabrida y desorientada, que ha acabado renegando de su propia nación, encamada con los separatistas y levantando muros de exclusión. Propugnan un «progresismo» abiertamente orwelliano, que acepta la mentira como un arma política homologable y que está tan radicalizado que no soporta la discrepancia, ni siquiera cuando es serena y argumentativa.
El debate ideológico normal que enriquece todas las sociedades abiertas ha quedado prohibido para la nueva izquierda. Y otro tanto sucede a veces desde el flanco contrario. España se ha polarizado demasiado. Se debe a la deriva de Sánchez. Se debe a internet, que ha dado licencia a todo el mundo para insultar desde el anonimato y ha traído unas redes sociales donde no se debate, sino que solo se reafirman los propios prejuicios. Y también se debe a que cuando la economía flojea los populismos intransigentes siempre medran (como se vio de la manera más brutal en los años 30 del siglo pasado).
Como todo el mundo, Fernando Savater presenta aciertos y errores. Pero en países como Francia, Reino Unido o Alemania venerarían de por vida a un intelectual patriota que se jugó la vida en primera línea durante tres décadas para defender el país de todos, y sus libertades y derechos, frente a una crudelísima banda terrorista. Savater ha tenido además la honestidad intelectual de rectificar cuando vio con toda claridad que el izquierdismo que había abrazado en su juventud como una forma de rebeldía no funcionaba en la práctica: «Comprendí que las mejores personas que he conocido en mi vida –como mi padre o mi abuelo– eran más bien de derechas», reconoce en su libro.
Savater posee cinco cualidades que hacen feliz a cualquier lector: amenidad; claridad, que es la cortesía de la inteligencia; sentido del humor –el aceite que engrasa la vida y que está en peligro de extinción en nuestra vida pública–; un amplio arsenal de conocimientos y honestidad y valentía moral (incluyendo aquí su lealtad a su país). Si a un periódico no le sirve un intelectual así, probablemente lo que denota es que ese diario se ha equivocado de ruta y ha elegido la que lleva a España al borde del acantilado. Pero todas estas disquisiciones le dan igual al capital foráneo de inversores pasajeros que sostiene hoy el invento. Probablemente no sabrán muy bien ni quién es el tal Savater.
Pásalo bien, Fernando. Ni caso. Disfruta de tus baños en La Concha, que tanto te alivian las piernas; de tus giras europeas por los grandes hipódromos, de tus lecturas y tus charlas con tus amigos, y no te amargues por el repudio de una izquierda avinagrada, vengativa e intolerante, que baila alocadamente a los sones de un oportunista de amoralidad perfectamente variable. Entiendo que lo pasabas bomba chinchando a El País desde sus propias páginas. Y encima te pagaban por la diversión. Pero probablemente te han hecho un favor al enseñarte la puerta. Donde no te quieren es mejor marcharse.