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Vidas ejemplaresLuis Ventoso

Cenar tarde no es de buenos comunistas

El primer reflejo de la izquierda es siempre coartar las libertades de los particulares, como se vuelve a ver con la bobería yolandística con los restaurantes

Actualizada 10:18

Quentin Tarantino es el cineasta del exceso, capaz de combinar en una sola película escenas de auténtico maestro y pura bazofia. Lo pierde su gusto por el desparrame sanguinolento, pero alberga un talento innegable. En 1997 filmó una evocadora película menor, Jackie Brown, sobre los apuros de una azafata negra de Los Ángeles metida en líos por contrabandear dinero para una mafia. Tras librarse de sus enemigos, en la escena final Jackie decide largarse a España. «¿A Madrid o a Barcelona?», le pregunta el abogado que coprotagoniza la película. «Empezaré por Madrid. He oído que allí dan de cenar hasta la medianoche».

Con ese diálogo, Tarantino está elogiando a España, y en concreto a Madrid, como un oasis de libertad. ¡Un lugar donde incluso puedes cenar a la hora que te dé la gana!

Siguiendo con lo de zampar, el sábado tuve la ocasión de comer con un grupo de amigos navarros en el Casino Eslava de la plaza del Castillo de Pamplona, en una de esas sociedades donde te lo guisas tú mismo (tuvieron la bondad de que mi tarea se limitase a retirar las chapas de los botellines). En la mesa había personas de todas las ideologías, de edades que iban de la cuarentena tardía a la sesentena larga. En un momento dado de la conversación se habló de los años ochenta. Curiosamente se suscitó una inmediata unanimidad: todos decían que por entonces imperaba en España una libertad mayor que la de ahora. Tal vez sea solo nostalgia de la juventud, pero...

¿Por qué se está reduciendo la libertad en España? Pues por la compulsión regulatoria de la izquierda que nos gobierna y la de la mentalidad «progresista» que en la práctica impera en Bruselas. No ha habido gobernante español que haya necesitado tanto papel del BOE como Sánchez, que ostenta un récord de 385 páginas de normativa al día.

¿Qué delata esa bulimia legislativa? Pues un tic intervencionista. La izquierda que aspira a regular cada resquicio de la vida pública y privada de las personas. Nada queda a salvo de la zarpa estatalista: agricultores volviéndose tarumbas con la pizarra digital, cursillo obligatorio para tener un perro, regulación de cómo deben ser los negocios sexuales íntimos; trabas ambientales a los coches –que están cargándose la industria automovilística europea y haciendo felicísimos a los chinos–; impuestos hasta por respirar, autónomos asfixiados por la hiperregulación, corrección política por doquier, lenguaje inclusivo hasta lo tontolaba…

Como siempre, Yolanda Díaz no ha perdido la ocasión de convertirse en la perfecta caricatura de este frenesí coercitivo. La ministra de Trabajo lamenta molesta que en España algunos restaurantes abran hasta la una de la madrugada. «Es una locura. No es asumible», clama Yolanda escandalizada. «Nos diferencia del resto de Europa». Uy, Yoli, qué horror. Guárdese Díaz de su propia medicina, pues no está claro que estrenar ropajes diferentes cada día resulte muy eco-verde y climático. La vicepresidenta contaminaría menos –y rendiría un gran homenaje a su credo comunista– si su florido ropero se redujese a un par de camisas Mao negras bien almidonadas.

En 1968, el carismático y fino cantante brasileño Caetano Veloso lanzó su himno «Prohibido prohibir», un alegato contra la dictadura militar que el costó un exilio en Londres. Hoy la que prohíbe es la izquierda, que ha pasado a cercenar las libertades personales en nombre de la corrección política, porque todo es susceptible de sentar mal, nunca falta un ofendido. El catecismo bien pensante va acogotando así los márgenes de la libertad de expresión. Creadores, pensadores y políticos se autocensuran para no molestar. Ni quiera el humor y los ámbitos de esparcimiento y vivencias particulares, reductos de libertad hasta en los tiempos más oscuros, escapan ahora al ojo escrutador de Gran Hermano Sánchez que todo lo regula.

¿Quién nos iba a decir que llegaría un día en que cenar tarde se convertiría en una bandera de libertad?

Yolanda Díaz está muy preocupada porque los restaurantes abran hasta la una. Yo estoy muy preocupado porque una medianía así haya llegado a vicepresidenta de mi país.

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