Pedro y Begoña
Ni conflicto ni intereses: la pareja presidencial es objeto de una conspiración fascista que ellos pueden anular con un gesto
La Oficina de Conflicto de Intereses ha dado la razón a Pedro Sánchez, tras una prolija investigación de dos minutos dirigida por el propio Pedro Sánchez que culminó con una conclusión inapelable: Pedro Sánchez no hizo nada malo por participar en decisiones económicas favorables a las empresas con las que colaboraba su esposa, la gran Begoña Gómez.
No cabía esperar otro dictamen, no tanto por la circunstancia casual de que el organismo depende de un subordinado de Sánchez, el ministro Escrivá, cuanto por la naturaleza impecable de los hechos.
Europa está repleta de mujeres que, cuando sus maridos llegan al poder, inician una meteórica carrera de encomiendas, nombramientos, relaciones y es de suponer facturaciones en ámbitos íntimamente relacionados, de un modo u otro pero siempre fortuito, con el puesto, las competencias y las decisiones de sus medias naranjas.
Ahora nos resulta complicado dar ejemplos concretos de esto en Francia, Italia, Alemania o Reino Unido, pero a poco que le dediquemos unos minutos encontraremos a la esposa de Macron encabezando un Instituto Argelino, a la de Scholz patrocinada por la Globalia alemana rescatada con dinero público por el canciller, a la de Sunak obteniendo una cátedra en Cambridge o al de Meloni manteniendo difusas relaciones con ejecutivos asesorados por cabecillas de una trama de corrupción.
También es de lo más normal que todas esas esposas viajen con sus maridos en expediciones oficiales, pero con agendas privadas, y que no rindan cuentas de sus gestiones y de los beneficios que lograron para ellas y sus familias, incluidos los propios primeros ministros.
Solo en un país enfermizo, donde la manía incomprensible que suscita un perdedor de elecciones que logró el poder comprándose a siete diputados a cambio de una amnistía y un referéndum, puede verse tacha alguna en la trayectoria de su primera dama, un ejemplo de empoderamiento femenino que solo las fuerzas machistas intentan presentar como un caso de nepotismo, caradura y desparpajo de libro.
Begoña llegó al África Center por sus conocimientos de swahili, a la Complutense por currículum académico, a las sucursales de Globalia por su visión empresarial y a la búsqueda de dinero público para la sanidad y la universidad privadas por su impecable experiencia previa en la contabilidad creativa de sectores vanguardistas relativos al bienestar corporal, emblema de la pionera economía circular y sostenible.
Y sospechar que Sánchez sabía algo, ayudó en algo y se ha beneficiado en algo es una indecencia inaceptable, solo superable por la de dar más importancia a la rendición de la Constitución ante un prófugo, un golpista y un terrorista, o al reparto de millones entre socialistas mientras media España se moría y toda ella se confinaba inconstitucionalmente; que a cuatro facturas del novio de Ayuso.
Si yo fuera Pedro y Begoña, acababa con esta conspiración infame de las fuerzas regresivas de ultraderecha por un método valiente e incontestable: haciendo públicas todas sus propiedades, estén donde estén; sus participaciones empresariales, si las tienen; y sus declaraciones de renta, bienes y patrimonio, hasta el último detalle.
Con un par, presidente, con dos ovarios, presidenta, vamos a desmontar de una vez a esta chusma.