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Vidas ejemplaresLuis Ventoso

Bla, bla, bla… y al final aquí estamos

La sociedad española rechaza muy mayoritariamente la amnistía, pero al final del día lo cierto es que ha sido incapaz de evitarla y el oportunista se sale con la suya

Actualizada 10:21

El jueves será aprobada en el Congreso la Ley de Amnistía, manifiestamente inconstitucional excepto para el Tribunal Constitucional del forofo sanchista Pumpido.

Los españoles no quieren ni ver esa ley. Suscita un rechazo en las encuestas que ronda el 70 %, un porcentaje apabullante. Incluso un 41 % de los votantes del PSOE tampoco la apoyan. El Rey no lo dice, fiel a su deber constitucional de neutralidad, pero tampoco quiere la amnistía, pues pisotea su discurso del 3 de octubre de 2017, el más importante de su reinado hasta ahora y con el que contribuyó a parar el golpe de Puigdemont y Junqueras. Los jueces no quieren esa ley, que los señala como culpables de guerra sucia y convierte sus sentencias en una chufla que los políticos pueden ignorar de manera arbitraria. El PSOE tampoco quería esa ley hasta el 23 de julio del año pasado, con frases rotundas en contra de los propios Sánchez e Illa. Y lo mismo ocurre con el gremio de tertulianos del Orfeón Progresista, que no querían la amnistía y la rechazaban muy serios y convencidos… hasta que Sánchez apretó la tecla, los reseteó e introdujo en sus leales cabezas huecas el apoyo a la misma.

Casi nadie quiere la amnistía. Y sin embargo, aquí está. ¿Qué supondrá su aprobación? Pues una demoledora derrota de la sociedad española, que se va a comer con patatas una norma que se salta el interés general en favor de dos únicos beneficiarios: Sánchez y los separatistas enemigos frontales de la nación española (incluidos el partido de ETA y el promotor del golpe que se dio a la fuga y se pasa el día insultándonos).

¿Por qué y para qué una Ley de Amnistía? La respuesta la saben hasta los que solo se informan por TikTok. La norma solo tiene una razón de ser, que Sánchez compre siete votos de un fugitivo para poder gobernar sin haber ganado las elecciones (según confesó el mismo sin cortarse cuando anunció en Ferraz su cambio de postura al respecto). ¿Y para qué sirve en la práctica que gobierne Sánchez? Pues para nada, al margen de para encabronar el clima político, ya que como acaba de señalar con acierto el zorruno González, Sánchez no quiere el poder para gobernar, sino para estar en el Gobierno. No puede aprobar los presupuestos y es un zombi sin apoyos parlamentarios, que ha visto como le tumbaban dos proyectos de ley en solo tres días, un revés que en las democracias de verdad provoca la caída del Ejecutivo. De propina, está enfangado en un doble caso de corrupción: el de su mujer, que va a más y al que él con su ridículo teatro ha dado eco internacional, y el de las mordidas del PSOE en el ministerio que dirigía Ábalos, que era su mano derecha.

Un observador foráneo al que se le cuente todo esto no entenderá nada. ¿Cómo puede un tipo salpicado por la corrupción, que no ha ganado las elecciones y embarcado en una alocada huida hacia adelante, imponer al pueblo español una ley que no quiere, que además revienta las costuras de la Constitución y la igualdad entre los ciudadanos del país?

La respuesta es la siguiente: porque hay una sociedad hedonista y distraída, que no ha sabido defenderse de la arbitrariedad del gobernante; porque hay una oposición que ha dedicado demasiado esfuerzo a andar a leches entre sí; porque impera un modelo televisivo anómalo, que permite predicar un delirante guerracivilismo camp que alimenta los odios sectarios que dan oxígeno a Sánchez; porque hay un jefe de Estado que ha recordado con acierto que hay que cumplir la Constitución, pero que no ha llegado a advertir que la caprichosa amnistía a los golpistas de 2017 la incumple; porque existe una ley electoral que prima a los separatistas por encima de su peso real; y porque contamos con unos intelectuales y empresarios que en general no se mojan ni con agua caliente y con un sector periodístico mal pagado y con poco empleo, lo cual facilita la rápida compra de voluntades y la comunión con ruedas de molino.

El jueves, más que a una victoria de Sánchez, asistiremos a una buscada derrota de todos nosotros, a pesar de algunos dignos ejercicios de protesta como la manifestación de este domingo.

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