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02 de julio de 2024

Vidas ejemplaresLuis Ventoso

Uff, ¡cómo están las cosas por allá!

Increíble cómo se ha deteriorado la situación, qué catarata de disparates, menos mal que nosotros vivimos en una democracia donde todo eso resulta impensable

Actualizada 09:38

Tremendo cómo se han ido despendolando las cosas en Venezuela, el deterioro que rodea a todo lo que toca el Gobierno. No sé si se han enterado, pero el asunto se las trae. Resulta que la mujer del presidente Maduro está implicada en un caso de corrupción y de tráfico de influencias, por aprovechar su situación de primera dama, cargo que no existe formalmente en ese país, para hacer lobby a favor de empresas a las que luego daba contratos públicos el Gobierno de don Nicolás.

La cosa se ha puesto tan chunga para el régimen que un juez con principios y una audiencia provincial valiente han ido adelante con el caso de «la presidenta», a pesar de las tremendas presiones que reciben del Gobierno, cuyos ministros se dedican en público y sin complejo alguno a dejar sentir su aliento amenazador sobre el cogote de los magistrados que hacen su trabajo.

Pero no son ya solo las gamberradas de «la presidenta». Además, Maduro tiene sobre sus espaldas otro lío de corrupción escandaloso. El que era su hombre fuerte en el partido resulta que tenía montado en su ministerio un tinglado para robar en la compra del material sanitario durante la pandemia. Existen grabaciones que lo acreditan y el tema está también en los juzgados. Es decir, ¡el régimen se lucraba a costa de la salud de los venezolanos en la mayor emergencia sanitaria en un siglo! Qué barbaridad. Ya sé que les cuesta creerlo.

El próximo día 5 de julio, la mujer de Maduro tendrá que declarar en el juzgado como imputada, en un momento en que cada vez van apareciendo más revelaciones que cercan a «la presidenta». Ya sé lo que están pensando: a tenor de todo lo que hemos contado, en un sistema democrático Maduro ya estaría en casa tras verse forzado a dimitir por una presión insoportable, porque las reglas no escritas de higiene pública le habrían obligado a ello.

Pero en Venezuela las cosas no funcionan así. ¿Cuál ha sido la reacción de Maduro al ver a su mujer en los juzgados? Pues una extraída del clásico manual del dictador: culpar a la prensa desviacionista y fascistoide, que ataca a su inmaculada esposa con todo tipo de bulos, y amenazar con meter en cintura a la justicia independiente con una reforma judicial ad hoc. Tras dar el banderazo de salida con esas dos consignas, sus ministros han comenzado a insultar y a señalar a periodistas independientes que todavía se atreven a cumplir con su deber de controlar al poder e informar sobre sus posibles desmanes.

En cuanto a las amenazas que penden sobre la justicia, realmente son como para preocuparse, dados los antecedentes. Y es que Maduro controla ya el Tribunal Constitucional, que le da la razón en todo lo que desea, permitiéndole así ir reescribiendo la Constitución por la puerta trasera.

Por último, se ha producido una patochada de esas que solo suceden en los regímenes bananeros. Al enterarse de que su mujer estaba imputada por corrupción, Maduro montó un gran show de distracción, anunciando en carta lacrimógena a la nación que se tomaba cinco días sin trabajar para meditar sobre si dimitía o no, porque, según dijo, está muy enamorado de su mamasita y los ataques a ella le han partido el alma. Era un montaje circense del sátrapa, que volvió del retiro más crecido que nunca y anunciando medidas antidemocráticas para tratar de eternizarse en el poder. Posteriormente ha repetido la jugada, con una nueva carta incendiaria contra la oposición y los jueces al ver que llamaban a su mujer a declarar.

La verdad es que Maduro no se corta un pelo. Ha colocado de jefe de la agencia pública de noticias, que pagan todos los venezolanos con sus impuestos, al que era su secretario de Comunicación en el Gobierno. Ha puesto a un miembro de la Ejecutiva de su partido al frente del instituto público venezolano de encuestas, para que publique de manera constante sondeos trucados a su favor. En cuanto a la televisión pública venezolana, se ha convertido ya en un chiste orwelliano, con los presentadores barriendo para el régimen con el mismo tono que emplearía cualquier jerarca del partido madurista.

Como ven la dictadura venezolana apesta. No falta de nada. La mujer del autócrata rumbo al banquillo por comisionista. Amenazas directas de Maduro a la libertad de prensa y la justicia independiente. Fin de la separación de poderes, con ministros presionando a los jueces y amnistías que borran de un plumazo las sentencias que no gustan al poder. Servilismo partidista total en instituciones públicas que son de todos los venezolanos. Y por encima de todo, un Gobierno que en realidad no gobierna, pues este año ni ha logrado aprobar unos presupuestos. El Ejecutivo dedica todas sus energías a una atosigante campaña de propaganda permanente para intentar conservar el poder a todo precio, que es en realidad el único objetivo de Maduro en este mundo.

Ay, las cosas en Venezuela están fatal. Menos mal que en España disfrutamos de una democracia liberal a la occidental, donde este tipo de disparates y abusos simplemente resultan impensables, imposibles. Nadie haría algo así en una democracia al uso.

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