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04 de julio de 2024

Vidas ejemplaresLuis Ventoso

Taylor Díaz

Qué bien se lo ha pasado la declinante jefa de los comunistas vestida de lentejuelas en el gran sarao de la reina del pop capitalista de entradas híper caras

Actualizada 10:45

Yolanda Díaz, actual y declinante lideresa de los comunistas españoles, nos encajaría disfrutando de la murga reivindicativa de Ismael Serrano en el Libertad 8 de Chueca. O coreando las tonadas galleguistas de Fuxan os Ventos en la Fiesta del Pote de su Fene natal. Pero donde no la esperábamos era disfrazada con lentejuelas doradas en el mayor espectáculo que ofrece ahora mismo la industria del pop capitalista, un concierto de Taylor Swift. Sin embargo, allá se plantó nuestra vicepresidenta segunda, que además salió entusiasmada: «Espectacular», resumió, repitiendo el adjetivo más sobado del momento.

Con su habitual empatía con el pueblo llano, Taylor Díaz y su hija adolescente llegaron al concierto del Bernabéu a bordo de su berlina oficial, pues ya se sabe que en el sanchismo la actividad privada y la pública se difuminan para que los nuevos jerarcas de la izquierda lo pasen chupi-chachi. La acompañaban tres escoltas y debía tener mala conciencia por dejarse ver en la apoteósica cumbre del pop gringo, pues hizo el paseíllo hacia la entrada caminando a paso ligero y mirando al suelo para no ser reconocida. Pero las lentejuelas doradas brillaban en la caída de la tarde madrileña y algún fachosférico papaparazzi la grabó con el móvil.

Las entradas del espectáculo costaban una media de 150 euros. Las más baratas, en el anfiteatro trasero, se vendieron a 85 y duraron segundos. Las de pista estaban a 170 y lo más barato en zona VIP empezaba a partir de 282 euros. Damos por descontado que para dar ejemplo la líder de Sumar y su hija se ubicarían en la zona popular del gallinero. ¿U ocurriría quizá exactamente lo contrario?

Taylor Swift se ha convertido a sus 34 años en la reina planetaria del pop. Acumula una fortuna de 1.300 millones de dólares. Y eso es muy chungo, pues como es sabido el régimen del PSOE y Sumar que gobierna España incluye ya en la categoría de «rico» a todo aquel que gane más de 50.000 euros. Pero además, Taylor Swift se beneficia de la fiscalidad estadounidense, que a diferencia de la que propugna Taylor Díaz no es confiscatoria con «los ricos». Es decir, la tal Swift, con todas sus sonrisitas y todos sus vestiditos de patinadora sobre hielo, es en realidad una depravaba ultracapitalista, que vive ajena a la «justicia social».

Taylor Swift es hija de un alto ejecutivo de Merril Lynch –chungo, capitalismo salvaje– y de una ejecutiva del mundo del márketing. Todo muy Wall Street y muy poco socialista. Mal rollo. A la niña Taylor sus padres la llevaron a Nashville con solo once años para intentar labrarle una carrera como cantante country, lo cual según los parámetros de Taylor Díaz supone un caso de manual de «explotación laboral infantil».

Taylor Swift estudió su oficio musical con clases intensivas, trabajó de manera obsesiva y a los 14 años ya lograba escribir sus propias canciones. Taylor Díaz cree que la cultura del esfuerzo es una lacra conservadora que amenaza la salud mental de los jóvenes y jóvenas. La artista estadounidense es un invento privado, una persona hecha a sí misma, una aventura liberal. No salió de ninguna institución pública costeada con los impuestos de todos, ni vive de las subvenciones. Está ahí porque su oferta, extremadamente marketiniana, ha encontrado una demanda masiva.

Taylor Swift no para de currar. Lleva de gira desde marzo del año pasado y este mes de mayo ha ofrecido once conciertos maratonianos. Taylor Díaz postula una jornada de 35 horas semanales y es una convencida de que se puede cobrar más trabajando menos, soplar y sorber al mismo tiempo. Taylor Swift recorre el mundo en su jet privado, dejando una «terrible huella de carbono», que dirían Greta Thunberg y Taylor Díaz (que es una firme creyente en la «emergencia climática», excepto para irse ella misma de gira en el Falcon de Peter).

En resumen, supone una incongruencia que Taylor Díaz se vaya con su nena y su coche oficial a ver a Taylor Swift, porque el socialismo resentido que predica la primera supone exactamente lo contrario de lo que representa la segunda, epítome de la industria capitalista del entretenimiento.

Pero sabido es que nada resulta más grato a un buen comunista que predicar el reparto de mediocridad subvencionada para luego gozar a título privado de la opulencia que facilita el libre mercado y su creatividad.

Yolanda, como penitencia por el desliz desviacionista de haberte plantado en el sarao de Taylor, quedas condenada a que tu próximo concierto sea uno de la gira perenne de despedida de Miguel Ríos, secundados por Víctor y Ana y con Nebulossa de teloneros. Si somos socialistas, pues eso...

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