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Vidas ejemplaresLuis Ventoso

Los Sánchez se ríen de todos nosotros

Convertir tus casos de corrupción en munición para tu campaña es un deliro que resume la podredumbre moral de un gobernante fuera de control

Actualizada 10:29

Hay estudiosos que sostienen que la risa y la sonrisa son en cierto modo un hecho cultural. No acompañan a la humanidad desde siempre en lo que atañe a su uso social. Hasta el siglo XVIII, momento en que los europeos empezaron a cuidarse un poco la boca, en los retratos no se enseñaban los dientes, pues con frecuencia lo que se ocultaba tras los labios era un agujero negro: unas piezas huérfanas y cariadas. Mejor cerrar la mui.

Hoy por el contrario vivimos la apoteosis de la risa y la sonrisa, que muchas veces se quedan en una mera mueca teatral, postiza, incluso cínica. Los figurantes de los programas más lumpen de las televisiones lucen unos piños de una blancura tan chillona que parecen tubos fluorescentes. Toda la farándula sonríe y se ríe sin parar, con una alegría hueca, a lo Marisu Montero, que no es tal. Solo se trata de una máscara que forma parte del espectáculo.

Pero aun estando acostumbrados a las carcajadas artificiales, hay que reconocer que el festival de la risa postiza de Sánchez y su mujer en el mitin desborda todo lo visto en este género. ¿De qué se reían Sánchez y Begoña en su reaparición triunfal después de que el juez fijase fecha para la declaración de la que el inenarrable Pachi López llama «la presidenta»? Pues es sencillo: se reían de los españoles.

Mi mujer está imputada y se acumulan los indicios de que hacía negocietes al calor de la Moncloa. ¡Qué risa! Los Sánchez se tronchan en público, mientras la afición del Partido Sanchista corea el «¡Begoña, Begoña!», porque aquí ya da todo igual con tal de que no gobiernen nunca jamás «la derecha y la ultraderecha».

-Mis ministros ponen a parir al juez que lleva el caso y califican sus indagaciones de ataque a la democracia. ¡Qué risa!

-Estoy flotando en una balsa de cieno, con corrupción en mi cocina doméstica y en el partido. Pero convierto mi mugre en munición electoral y proclamo ante unas pruebas abrumadoras que en realidad no hay nada, que todo es una conjura de la ultraderecha, con sus «bulos en digitales» y sus jueces fachosféricos. ¡Qué risa, Bego, qué risa!

-El escándalo de mi mujer ocupa titulares en la prensa de más prestigio del planeta. Pero yo me la llevo al mitin, a fardar de qué nosotros pasamos de todo, y eso que llegué al poder con el pretexto de que venía a acabar con la corrupción... ¡Qué risa!

-Mi ministro más mamporrero ya anuncia que habrá que legislar para atar a periodistas y jueces díscolos, es decir, para cortarle las alas a la democracia. ¡Ay, qué risa! Nos tronchamos Bego, Marisu y yo en el mitin.

El eventual presidente del Gobierno y líder del PSOE está convirtiendo su corrupción en munición electoral para su campaña, un delirio propio de una satrapía exótica, que resume la podredumbre de un gobernante fuera de control.

Y mientras tanto, la oposición se muestra incapaz de exigirle con todas las letras y de la manera más enérgica y tenaz su dimisión inmediata. No son capaces de acorralar a un mandatario cercado por la corrupción, incapaz de aprobar unos presupuestos, que ha auspiciado una ley infame por la que se pide perdón y se perdona a los golpistas catalanes haciendo trizas la Constitución; un autócrata vocacional que anuncia sin cortarse medidas contra la libertad de prensa y los jueces.

¿Se imaginan la que estarían montando la izquierda y todo su cañón televisivo si un presidente de derechas se encontrase en la situación de Sánchez? La campaña de la oposición de izquierdas y sus medios resultaría tan intensa que forzarían su caída. Pero PP y Vox no están haciendo bien su trabajo, quizá porque los árboles de las elecciones de este domingo no les dejan ver el bosque de que tienen a Sánchez a punto de caramelo si aprietan como es debido. La prueba de su fracaso es el hecho de que el presidente hasta se permite reírse de todos los españoles restregándonos a la imputada Gómez por la cara muerto de risa junto a ella.

El rey del fango sigue vivo, incluso con un notable apoyo electoral, porque ha llegado a la conclusión de que le vale todo. Y lo verdaderamente tremendo es que tal vez empieza a tener razón.

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