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LiberalidadesJuan Carlos Girauta

Qué pasa con Catar (y II)

La última campaña de Sánchez contra la libertad de prensa y el derecho a la información es una reacción autoritaria a la investigación judicial de su esposa, y a la publicación de informaciones al respecto completamente veraces

Actualizada 01:30

«Catar patrocina grupos terroristas, alberga a terroristas, difunde el odio y busca derrocar a los países del Golfo». ¿Quién lanza tan graves acusaciones? ¿Algún activista enloquecido? No precisamente. La palabras entrecomilladas las pronunció el ministro de Asuntos Exteriores de Arabia Saudita, Adel Al-Jubeir, en 2018. No son las mejores referencias para un inversor, pero eso no parece haber importado a las grandes empresas españolas citadas en la anterior entrega. Ni a Prisa, propietaria de El País, Cadena SER, As, El HuffPost, Cinco Días, un puñado de emisoras musicales en España, centenares de emisoras en Hispanoamérica, amén del poderoso grupo de editoriales Santillana Educación.

La última campaña de Sánchez contra la libertad de prensa y el derecho a la información es una reacción autoritaria a la investigación judicial de su esposa, y a la publicación de informaciones al respecto completamente veraces, como las que ha venido ofreciendo este diario. Pero, hurgando en la propiedad de los medios, resulta significativo que el accionista mayoritario (con casi el 30 % del capital) y presidente de Prisa haya logrado entrar en el capital de Indra. Recuerden la primera decisión de Sánchez al tocar poder: purgar El País. ¿Cómo se puede hacer algo así? ¿Cómo se materializa en democracia una venganza semejante? Le había molestado por lo visto a Sánchez cómo lo trataba El País cuando Santander y Telefónica estaban en el capital de Prisa. Los dos gigantes (enanos a la hora de resistir las presiones del poder) salieron escaldados.

No así Amber Capital, fondo de inversión británico. Minúsculo si lo comparamos con las enanas gigantes. Propiedad del francés Joseph Oughourlian, presidente de Prisa desde 2020. Oughourlian se hizo con el poderoso grupo históricamente afín al PSOE, lo devolvió a su cauce hasta la sumisión perruna a Sánchez, y obtuvo a cambio de estos tristes servicios (donde el francés pierde dinero en cantidades que su fondito no podría soportar) acceso al capital de la empresa más estratégica entre las estratégicas, Indra: defensa, energía, telecomunicaciones… Responsable de recuentos electorales en un puñado de países.

Pienso en el tratamiento de Hamás por parte de los medios de Prisa; no se diría que hablan de un grupo terrorista. Pienso en la deontología profesional, sobre todo desde que el Gobierno Sánchez (a cuyos intereses, conveniencias, oportunos señalamientos selectivos y campañas de todo tipo vive entregada Prisa) ha convertido en urgente el conocimiento público de la propiedad de los medios de comunicación. Es raro, porque esa información no era secreta. Cualquiera podía saber que el país donde se aloja la cúpula de Hamás, el Estado que, según el mismísimo ministro de Exteriores saudí «patrocina grupos terroristas, alberga a terroristas y difunde el odio» es propietario de un nada desdeñable 4,91% del capital de Prisa a través del miembro de la familia real de Catar Khalid Thani Abdullah Al-Thani. Cualquiera puede saberlo y extraer sus conclusiones. ¿O no quiere Sánchez que se conozca lo que ya se conoce, la propiedad de los medios, para extraer conclusiones?

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