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Pecados capitalesMayte Alcaraz

La UE calla ante la alta traición de Puigdemont

A ver si Von der Leyen deja de repartirse carguitos y denuncia el delito de alta traición a los tratados europeos que cometió el casero de su amigo Peter

Actualizada 07:17

Carles Puigdemont no solo es un peligro público suelto para la democracia e integridad española sino para Europa, donde se ha refugiado ante la tontolaba pasividad comunitaria. A esta hora sabemos no solo que malversó dinero de los españoles para declarar una República independiente en pleno corazón de la UE, que además maniobró desde las instituciones para vulnerar uno por uno todos los preceptos del ordenamiento jurídico español, que instigó y dirigió el terrorismo callejero contra los ciudadanos y las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, sabemos también, gracias a las 56 páginas del auto del juez de instrucción número 1 de Barcelona, que el valiente que se escapó en un maletero traicionó los valores europeos negociando con el sátrapa Putin y la mafia rusa para que le ayudaran en su golpe secesionista.

La misma Europa que aumenta su presupuesto militar, ayuda con armas a Ucrania y está intentando construir una industria de defensa propia para luchar contra Moscú, que conspira para invadir territorio de la UE, ya sabe que hay un delirante eurodiputado español, un friki con flequillo, que colaboró con la inteligencia rusa para desestabilizar a la Unión. No estamos hablando, pues, de un asunto doméstico ni de una crisis territorial en un Estado miembro, ya de por sí grave, sino de un caso estratégico, capital para la Unión. Así que mientras los dirigentes europeos se dedican estos días a repartirse los altos cargos comunitarios de la nueva legislatura, un afanado juez, Joaquín Aguirre, les sirve en bandeja unos datos fundamentales que demuestran que Europa está en peligro porque hay políticos separatistas que negocian con nuestra seguridad para alzaprimar sus paranoias.

Empezamos a vislumbrar la verdadera dimensión de lo que los independentistas han hecho: encamarse con Rusia que, según el auto del juez Aguirre, «habría contado con una puerta trasera en Cataluña» para desestabilizar la Unión Europea. En aquellos desgraciados días, Puigdemont, su abogado e imputado Boye, su mano derecha Víctor Terradellas, y otro lumbreras que fue presidente, Artur Mas, cantaron La Traviata en sus teléfonos, que afortunadamente estaban intervenidos. El volcado de sus comunicaciones ofrece la auténtica apoteosis del delito de traición: desde transacciones económicas, pago en criptomonedas, promesas expresas de enviar 10.000 soldados rusos a Barcelona para blindar el golpe, millones de euros para financiar el 1-O, pagos de deudas y tratos con petróleo de por medio. Es decir, el auto del juez está repleto de pruebas en las que queda claro que Carles y su tropa no solo traicionaron al Estado que le había nombrado presidente autonómico sino también a las instituciones de Bruselas que, paradójicamente, luego le acogieron con fanfarrias, inmunidad parlamentaria y mejillones gratis.

Los españoles siguen mirando a las instituciones comunitarias como su último dique ante la complicidad del PSOE con los delitos de sus socios. Sabemos que el interés de Sánchez es opacar la responsabilidad delictiva de sus costaleros con la manta de la inmunidad que, venturosamente, cuando tapa la cabeza de los delincuentes destapa sus pies. O sea, que esa aberración de ley va a ser un fracaso, pero Europa debe dar un paso al frente.

Aquella operación de los sediciosos no iba encaminada solo a extranjerizar a millones de españoles y romper nuestro país, sino a extender, con ayuda del enemigo número 1 de la Unión Europea, la inestabilidad al último rincón de la UE. A ver si Von der Leyen deja de repartirse carguitos y denuncia el delito de alta traición a los tratados europeos que cometió el casero de su amigo Peter.

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