Decisión
Continuará si me lo permiten. Porque lo gordo, viene ahora
Buenos días, Tomás.
–Buenos días, señor marqués.
–Cuando me pongas la ginebrita, a ver si me consigues el número del móvil de Juanma.
–¿Qué Juanma?
–El de Sevilla. El presidente de no sé qué de Andalucía.
– ¿Juanma Moreno?
–Equilicuá.
–Lo intentaré. ¿La ginebrita, cargada o liviana?
–Muy cargada, Tomás. Lo que tengo que decirle a Juanma es muy serio.
Creo que es simpático. Siempre está sonriente. Pero mucho me temo que, después de charlar conmigo, su mente se abarrotará de nubarrones. Me duele, pero no puedo seguir así. Soy el dueño del mayor campo de Andalucía. Una especie de Condado de Treviño con acento andaluz. Todos los que me conocen saben que la línea figurada que divide a las provincias de Cádiz y Sevilla, pasa por la mesa de mi comedor principal. De esta forma, Paula, mi mujer preside la mesa desde Cádiz, y yo lo hago desde Sevilla. Ningún Rey de la Historia de España ha gozado de ese privilegio, y por esa razón, Franco jamás aceptó las invitaciones de Mamá para cazar en La Jaralera. Él presidía la mesa en el municipio de El Pardo, y Doña Carmen se sentaba en la otra presidencia, también en el municipio de El Pardo. Y nos envidiaban, lo cual es tan perdonable como lógico. Me trae Tomás la ginebrita.
-Cargadísima, señor marqués.
–Gracias, Tomás. ¿Y el teléfono de Juanma?
–Me han dicho que no me lo pueden dar. Que llame a la Junta de Andalucía, pregunte por la secretaría del presidente, y que, si don Juanma puede, se pondrá, y si no puede o no quiere, no se pondrá.
–Se pondrá, ¡vaya si se pondrá!
–¿Junta de Andalucía?
–Aquí es.
–¿Juanma Moreno?
–Querrá usted decir, el señor presidente.
–Vale, de acuerdo, no se ponga usted así. Lo he hecho con la mejor intención. Dígale que le ha llamado el marqués de Sotoancho. Le doy el número de mi móvil. 886549900. Que espero su respuesta.
–¿Usted qué se ha creído? El presidente no devuelve llamadas de particulares, por marqueses que sean.
–Le repito el número. Apunte. Es el 886549900. Buenas tardes.
No han pasado ni diez minutos y Juanma responde a mi llamada.
–¿El marqués de Sotoancho?
–Al aparato.
–Soy el presidente.
–Buenas tardes, señor presidente.
–Llámeme Juanma. Y con tuteo. Soy muy sencillo.
–A mí, Cristián Ildefonso. Y no soy nada sencillo.
–Pues dime, Cristián Ildefonso.
–Nada, Juanma, que he decidido independizarme de Andalucía y de España y crear un nuevo Estado asociado. Me he decidido cuando te he visto de nuevo rindiendo homenaje al cenutrio de Blas Infante.
–Es el Padre de Andalucía.
–El Padre de Andalucía es el Rey Fernando III el Santo. Infante era un memo pro islamista. Pero eso no es lo fundamental. Lo fundamental es que La Jaralera es autosuficiente, y su núcleo urbano, Guadalmazán del Marques –ese marqués soy yo–, es partidario de ir a las urnas ilegalmente en treinta días. Si lo hacen unos forajidos en Cataluña, y queman coches, y pegan a la Policía y a los transeúntes, incendian sus calles y toman el poder por asalto, yo hago lo mismo. Ellos lo hicieron para robar mejor y seguir robando, y nosotros lo haremos para crear en España un Estado al que serán bienvenidos todos los españoles que sean de mi agrado. Sin robar, porque todo es mío, y no voy a ser tan tonto como para robarme a mí mismo. ¿Lo entiendes, Juanma?
–Cristián Ildefonso… espero que… si lo intentas, te mando a los guardias.
–Tengo Fuerzas Armadas. Todos los habitantes de Guadalmazán, capital del Principado, doscientos soldados de la antigua Yugoslavia, y cien drones que he comprado en el mercado negro que, de ponerme farruco, te dejan el Palacio de Montpensier como un solar.
(Continuará si me lo permiten. Porque lo gordo, viene ahora).