Periodismo aberrante
Y un segundo antes de que el asesino pulsara el gatillo de su rifle de precisión, Trump movió la cabeza. La bala encaminada a perforar el cráneo de Donald Trump no tuvo reflejos y siguió su rumbo. Acertó, pero no de pleno. Atravesó la zona alta de la oreja derecha del candidato conservador a la presidencia de los Estados Unidos. Se agachó, fue rodeado por sus miembros del equipo de seguridad, y se incorporó dolorido y encorajinado, como el torero corneado que se niega a refugiarse en la enfermería de la plaza. Sangraba la herida. Habían intentado asesinar de nuevo, a un político conservador que, con todos sus defectos formales, reúne la ilusión de millones de ciudadanos estadounidenses para llevarlo, de nuevo, a la presidencia de los Estados Unidos. Las imágenes no mentían. Pero el amplio sector del periodismo aberrante español, se empeñó en poner en duda la existencia del atentado. La cloaca informativa coincidió en el ridículo y la villanía.
Un tipo que se presenta como «escritor» y colabora en «La Vanguardia» de los Godó, escribió en tuiter: «Uuuuuy». Y aclaró su estado de ánimo y su orgullo de autor: «Jamás haré un tuit mejor». Creo que se llama Pedro Vallín. En el diario que dirige la pobre Pepa Bueno, «El País», se decantó por las apariencias en detrimento de las evidencias. «Trump, evacuado de un mitin tras escucharse aparentes disparos». Como se trata de un periódico que sobrevive gracias a las ayudas públicas, y haciendo gala de una reacción digna de admiración, se mantuvo en la apariencia pero en un segundo titular añadió un dato de interés mundial. «Trump, evacuado de un mítin por el Servicio Secreto tras un aparente atentado. Se ha ido con algo de sangre». Es decir, que para «El País», con toda la gaita de la transexualidad imperante en los movimientos feministas, Trump fue evacuado del mítin tras el aparente atentado porque le sorprendió inesperadamente la menstruación. «El Mundo», también sagaz: «Disparos en un mitin de Trump. El expresidente herido, y dos personas muertas, entre ellas el autor del presunto atentado». Trump herido, dos personas muertas, y el atentado, presunto. De no ser «presunto» habrían fallecido todos los asistentes. TVE, demostrando la gran sagacidad de sus redactores, da la noticia bajo el amparo de la suposición. «Trump, supuestamente disparado».
Y en una tertulia improvisada, un tertuliano «lamenta que el atentado va a favorecer a Trump». Que le hayan «supuestamente disparado» y herido, carece de importancia. Lo preocupante es el error y la poca pericia del asesino. A punto estuvo de reconocer el ilustrado comentarista: «Una ocasión así no se puede desperdiciar con un mal disparo. Si se dispara contra Trump, hay que matarlo, no herirle en una oreja». En «La Razón», el titular de urgencia tampoco es acertado. Pasamos del presunto atentado, el aparente atentado y el supuesto atentado al posible atentado. «Trump, evacuado de un mitin tras un posible atentado». En la cadena de televisión de la misma propiedad, La Sexta, el atentado se rebaja a un simple incidente: «¡Última hora! Dos víctimas en este incidente. Un miembro de la audiencia y el tirador. Además, hay un herido grave». En mi humilde opinión, si en un mitin electoral muere un terrorista, un espectador y se produce un herido de alta gravedad, lo de «incidente» queda muy cortito, muy poquita cosa. Un incidente es caerse por la calle y doblarse un tobillo.
Pero las normas que imparte la Moncloa para coincidir en la adjetivación de los hechos no pueden modificarse si se pretende seguir recibiendo dinero público con el fin de sostener las pérdidas de la empresa.
Menos mal que ha imperado la prudencia, porque la inicial consigna no era otra que la que sigue: «Trump se inventa un atentado contra él, el tirador se pone nervioso y le atraviesa la oreja, y encima va y se enfada».
Aberrante sectarismo del más poderoso sector del periodismo español. Lástima que no haya coincidido el atentado contra Trump con la gran noticia del día: «Fallece inesperadamente en la localidad burgalesa de Santo Obdulio de los Pinsapos, doña Hermenegilda Jilandros, cuando soplaba las 107 velas de su tarta de cumpleaños».