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Perro come perroAntonio R. Naranjo

El cruel trato a Biden de los clanes demócratas

Nos quejamos de la política española, pero la americana es igual de tonta y despiadada

Actualizada 01:30

Nos quejamos a menudo de cómo funciona la política española, secuestrada por partidos mucho más presidencialistas que el propio sistema parlamentario, lo que nos aboca al drama cotidiano: se junta el mando caciquil interno, con líderes cesaristas y obedientes mayordomos dispuestos a lo que sea para no perder su hueco en la lista, con la sumisión posterior a minorías ínfimas, chantajistas y tragaldabas, que manipulan el poder a su antojo y se limitan a pasarle al Gobierno de turno un perenne impuesto revolucionario.

La democratización de los partidos, que son la herramienta que perfecciona o deteriora la democracia, es una de las deudas pendientes más urgentes del sistema español, y el único antídoto para evitar que los Sánchez de la vida prosperen como las avispas en verano y las ratas en cualquier estación del año.

Pero ahí aparecen los Demócratas americanos para demostrar que en todos los sitios cuecen habas y que, aunque parezca mentira, en la primera potencia mundial también pueden ser igual de tontos que la décima o quincuagésima octava, que ése debe ser nuestro puesto real en el ranking actualizado tras el paso de Atila por Moncloa.

Nada explica, salvo los inextricables caminos del dinero y el poder sombrío, que una maquinaria supuestamente perfecta esté sin candidato a cuatro meses de las elecciones y que, hasta anteayer, no haya sabido evitar que su aspirante sea un venerable anciano incapaz de distinguir si el botón rojo que tiene en la mesilla es para que le traigan el orinal o para activar la destrucción nuclear de la humanidad.

La crueldad con la que promovieron a Biden, un probable monigote de los dos grandes clanes demócratas encabezados por los Obama y los Clinton, elegido para mantener su statu quo y los intereses de sus socios económicos, solo ha sido superada por la sevicia con la que le han defenestrado con retraso: no sabía si era candidato en América o a Miss Cuenca, llamaba Putin a Zelenski, besaba a una maceta de geranios confundiéndola con Kamala Harris y emulaba a Chiquito de la Calzada en que cada comparecencia pública, como si todo fuera un gag navideño de José Mota.

Nada reprochable en un anciano con problemas cognitivos y físicos que necesita tranquilidad y cuidados y ha sido expuesto a escarnio hasta que sus ventrílocuos han percibido que las pérdidas potenciales eran inasumibles y se han sacado un conejo cojo de la chistera.

Si Harris, una Yolanda Díaz de Jamaica, es la elegida, será exclusivamente para controlar los daños, no hacerlos irreversibles y ganar algo de tiempo, con una derrota no indigna, para que la empresa en apuros que son los Demócratas encuentre la manera de proteger mejor sus intereses: ya probaron con Hilary y todo indica que en cuatro años le tocará a Michelle, cuyo compromiso con su país es perfectamente descriptible en una escena. Ella no se presentará cuando América la necesite, que sería ahora, sino cuando Trump deje de ser un mirlo blanco y sus opciones de éxito sean mejores. Toda una patriota, ahora hace falta saber de qué nación en concreto.

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