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Cosas que pasanAlfonso Ussía

Payasos de la traición

Lo divertido es que los de «Junts» rogaron al ruso Sadvonikov que iniciara las gestiones diplomáticas precisas para que la inauguración de la Sagrada Familia fuera presidida por Su Santidad el Papa

Actualizada 01:30

Son infames, traidores y ridículos. Me refiero a los puigdemontes que han establecido relaciones con los putinos del Kremlin para desestabilizar España y lograr su segunda independencia de 8 segundos. En su informe, la Policía revela los vínculos directos de Puigdemont con la inteligencia rusa. Aparecen los nombres del estercolado, de Boye, el abogado de pasado terrorista, el jefe de gabinete del cagonzuelo, «Joseo Lluís» Alay, de Víctor Tarradellas, y de dos altos funcionarios rusos de la antigua KGB, Primakov y Syromolotov. El plan requisado y estudiado por la Policía concluye en la veracidad de «una trama para lograr apoyo político y económico a la independencia». El problema es que las arcas rusas, ya no presentan la abundancia de años atrás por culpa de la guerra con Ucrania, y han decidido retrasar la ayuda a la independencia de Cataluña porque los rusos serán muy suyos, pero no tienen nada de tontos. Y lo más divertido. Los socios fundamentales de Sánchez, –la Comisión Europea ya estudia expedientar a España por la chapucera Ley de Amnistía–, solicitaron a los rusos la financiación para finalizar las obras de la Sagrada Familia. La idea emergió del caletre de un tal «Jordi» Sardá, que mantuvo conversaciones con el representante ruso Nikolay Sadvonikov al respecto. Lo de la Sagrada Familia se les ha ido de las manos, y los más optimistas calculan que la finalización de las obras tendrá lugar, más o menos, a mediados del siglo XXIV, lo cual es bueno para Barcelona, porque con todo respeto, a mí particularmente, el sagrado mamotreto se me antoja bastante feo, como la Casa Batlló, el Parque Güell, el Capricho de Comillas, y el espantoso Palacio Episcopal de Astorga, de cuyos aposentos obispales han salido varios obispos con la cabeza hecha un lerele. Es cuestión de gustos y de la libertad de opinar, por dolorosa que resulte.

Lo divertido es que los de «Junts» rogaron al ruso Sadvonikov que iniciara las gestiones diplomáticas precisas para que la inauguración de la Sagrada Familia fuera presidida por Su Santidad el Papa. No se especifica la identidad del Santo Padre que presidiría tan importante inauguración, por motivos de respeto cronológico. En el siglo XXIV, ni Sardá intuye quién podría ser el Sumo Pontífice, porque faltan más de tres siglos para que nazca.

No tengo el placer de conocer a los señores Primakov, Syromolotov y Sadvonikov, y mucho lo lamento, por cuanto he sabido que son espías agradables, cultos y educados. Al único espía ruso –en aquellos tiempos soviético– que he tratado se llamaba Serguei Bogomolov, y fue el primer embajador de la URSS en España. Tenía una mujer guapísima y él, con su uniforme de embajador soviético, parecía un jefe de estación de la vieja Renfe –que funcionaba muy bien–, de muy complicada superación textil.

Y era tan malo como espía que, con sólo estrecharle la mano, se le adivinaba el oficio. No obstante, y como ya he recordado en alguna ocasión, al embajador no le hacía nadie caso, porque los que mandaban en la nueva embajada eran Igor Ivanov, primer secretario, y Juan Domínguez, el chófer del embajador y más alto en el escalafón de la KGB que el pobre embajador.

Pedir a dos funcionarios de Putin que consiga la presencia del Papa en la inauguración de la Sagrada Familia, da a entender cómo se mueven estos payasos de la traición y la melancolía. Terminarán por pedirle a los rusos que Putin protagonice el saque de honor en la inauguración del nuevo «Camp Nou» –el 'Nou Camp Nou'–, que a pesar de ser capicúa se retrasará casi tanto como la Sagrada Familia de Gaudí, que jamás pisó Comillas y de cuya autoría de El Capricho existen fundadas dudas.

Son fétidos, traidores y ridículos. Payasos de la traición. Cada día más paletos. Traicionan, incluso, a los que más les ayudan, como Sánchez.

Así están las cosas por allí.

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