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13 de septiembre de 2024

Vidas ejemplaresLuis Ventoso

¿Gobierna el marido de Begoña?

Ni presupuestos ni control de las fronteras, lo que tenemos en realidad es un organismo de adulación a los separatistas, propaganda en vena e ingeniería social

Actualizada 11:36

Gibraltar está acometiendo un gran relleno en aguas españolas, que vulnera hasta el propio tratado de Utrecht y le permitirá levantar 1.300 viviendas, un nuevo puerto deportivo y 3.000 plazas de aparcamiento. Para hacer más sangrante la situación, las piedras, áridos y escombros que allí se arrojan se transportan en camiones que llegan desde el propio país agredido, es decir: España. ¿Y qué hacen u opinan al respecto el Gobierno español y su redicho ministro de Exteriores, una ampulosa medianía que se considera la reencarnación de Metternich? Pues nada.

Otro ejemplo. Ceuta está sufriendo estos días una nueva oleada de inmigrantes que intentan llegar a la ciudad saltándose los controles fronterizos. La delegada del Gobierno reconoce que se registran 500 tentativas al día, con picos de 700, y habla de «presión migratoria extrema». Durante el fin de semana, docenas de muchachos y adultos marroquíes intentaron llegar a nado a la playa del Tarajal, creando una situación muy complicada para las fuerzas de seguridad españolas, que evocaba la venganza de Mohamed VI contra Sánchez cuando ofreció cuidados médicos en España al líder del Polisario (crisis que acabó con el inesperado y sorprendente giro en nuestra posición histórica sobre el Sahara). El presidente de Ceuta pide literalmente «socorro» al Gobierno.

¿Y qué hace nuestro Ejecutivo ante el polvorín de Ceuta? ¿Qué dicen Sánchez, el del teléfono pirateado; el ministro Marlaska, que ayer reapareció en la reunión del Consejo de Nacional de Seguridad tras pasarse en la hamaca la visita de Puigdemont; la activa ministra de Defensa o el siempre locuaz Bolaños? Pues no dicen nada.

Es bien sabido que los asaltos de este tipo a la plaza española los modula a su antojo Marruecos. Pero por razones que no conocemos, pero que todos imaginamos, el sultanato de Mohamed VI es intocable para el Gobierno español, lo que se traduce en que está crecido e inmerso incluso en una operación de rearme.

¿Cuál es la primera misión de un Gobierno? Son en realidad tres: garantizar la seguridad, proteger sus fronteras y aprobar un presupuesto que permita convertir sus planes y servicios en realidades. El Gobierno que soportamos en España está ya dando a entender que este año renunciará a aprobar unos presupuestos, pues carece de apoyo parlamentario. En cuanto a la seguridad, pues depende: queda en suspenso si los delincuentes son los socios separatistas que sostienen al presidente del Gobierno, o si se trata de los socialistas que perpetraron el mayor caso de corrupción de nuestra historia. En lo referente a la protección de las fronteras, pues ahí están Ceuta, el descontrol con los menas, la imparable oleada de pateras, el cachondeo de Gibraltar…

No hay Gobierno, sino un simulacro de Gobierno. Un Ejecutivo pomposo, verborreico, cargante, pero que en la práctica se desentiende de lo medular para centrarse en su supervivencia –a cualquier precio–, en el marketing y en la persecución de los adversarios políticos y los jueces y periodistas incómodos. Lo que tenemos en la Moncloa es un órgano de adulación de los separatistas, de ingeniería social y de propaganda en vena. Una fantasía de cartón piedra. Un cantante que no canta, que solo hace playback, sostenido sobre seis palabras: «Que no gobierne jamás la derecha». Pero casi la mitad de los españoles lo dan por bueno, porque razonar ya no se estila.

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