Pepe Álvarez, ese currante nato
El negocio de Pepe es ser un parado sindical que acostumbra a hibernar mientras gobierna la izquierda y que resucita cuando la derecha manda
Cuando Pedro Sánchez engoló la voz hace unos días para contarnos sin preguntas de la prensa —esa indeseable canallesca que no forma parte del equipo de opinión sincronizada— lo que va a ser el próximo curso político invitó para que le aplaudieran a un puñado de ministros y a «miembros de la sociedad civil». Es decir, concurrieron los civiles de la sociedad que viven parasitando lo público. Por eso, no podía faltar Pepe Álvarez, el líder menguante de un sindicato menguante como UGT. Allí estaba el rey de los pañuelos al cuello, un asturiano de nacimiento, pero recriado en Cataluña, que ha comprado la chatarra ideológica del separatismo y se ha manifestado en favor de la amnistía y los indultos y mostrado plenamente de acuerdo con que los catalanes vivan de cine mientras los valencianos o canarios las pasan canutas. Este es el teórico representante de la clase obrera.
Álvarez, la pareja de mariscadas del líder de CC. OO., Unai Sordo, nos acaba de anunciar sin atisbo de vergüenza que continuará al pie del cañón porque «sigo siendo un currante nato». He de confesar que me ha costado mantener la mandíbula inferior en su sitio cuando he escuchado al liberado perpetuo decir que trabaja. Lo que pasa es que en ningún lugar del metaverso va a pegarse la misma vida padre que al frente de un sindicato en España, donde lleva sin pegar un sello desde tiempos de los godos, ni podrá cobrar el pastizal que se levanta hoy. Pastizal que no conocemos porque los representantes de la clase obrera jamás han hecho público —la transparencia solo opera para reclamársela al Rey— sus nóminas; me malicio que los ceros a la derecha deben ser inversamente proporcionales al estajanovismo del amigo de los separatistas.
El negocio de Pepe es ser un parado sindical que acostumbra a hibernar mientras gobierna la izquierda y que resucita cuando la derecha manda. Si estuviera gobernando Feijóo tendríamos a Álvarez y Sordo convocando huelgas generales a los postres de todas las comidas. Sin embargo, estos sindicatos peritos en mariscadas llevan en el sarcófago desde que Zapatero ganó las elecciones en 2004 y solo han salido un rato, coincidiendo en el tiempo con el gobierno de Mariano Rajoy (al que le hicieron dos huelgas generales), para decir a los españoles que el PP mataba a la gente de hambre, mientras, ellos manipulaban a los jubilados o yayoflautas para lanzarlos a manifestarse porque la malvada derecha les iba a quitar las pensiones. Eso sí, cuando ganó Pedro Sánchez la moción de censura volvieron a sus tinieblas, donde se está más fresquito. Y a estos muertos tan vivos no les vayamos a hablar ahora de que nuestro desempleo juvenil es del 28,6%, el más alto de Europa, ni que la deuda pública está en el 108,9%, ni que tres de cada diez establecimientos cierran por falta de liquidez o que los autónomos que resistieron en pandemia ven ahora peligrar su futuro porque la izquierda los asfixia a impuestos.
Ya lo dijo el gran Pepe Álvarez antes de largarse de vacaciones, en uno de los discursos más indecentes que se recuerdan: «Mandar a hacer puñetas», a los que prevén una caída económica. «Vamos a disfrutar del verano, porque es nuestro». Pues oigan, en esto sí ha demostrado el líder de UGT que es un hombre de palabra. Ni mu ha dicho en todo el verano salvo para amenazarnos con que seguirá al pie del langostino, seguramente porque su silencio está férreamente amordazado con las subvenciones de Sánchez, que les ha untado 17 millones este año, un 18,33 % más que el año pasado y, seguramente, menos que el próximo.
Están Álvarez y Unai hechos unos tiernos bambis, a los que de vez en cuando hace cucamonas Yolanda Díaz, que ve en ellos a los herederos del sindicalismo de la lucha obrera de su padre. Allí se han quedado estos dos desahogados, instalados en un planteamiento sindical del siglo XX superado ya por los tiempos, que cree que de la teta del Estado hay que seguir extrayendo leche para repartir entre afines que luego lo agradecerán votando a la izquierda, en un círculo vicioso que ha tenido en los ERE de Andalucía su exponente más primoroso.
Pepe seguirá defendiendo a los retrógrados independentistas, olvidándose de los jóvenes y de los desempleados en España y tapando los chanchullos corruptos que han salpicado a UGT, que ha visto entrar en la cárcel a sus líderes en Asturias y Andalucía. Pero estemos tranquilos: el líder de UGT, ese currante nato, seguirá aplaudiendo a Sánchez hasta que la nómina aguante.