El penúltimo servicio de ZP a Maduro
Ahora el relato escrito a pachas por los Rodríguez, con el beneplácito de sus líderes, es vender la gestión diplomática española en lugar de denunciar la razón por la que el vencedor de los comicios tiene que escapar de su país
Érase una vez un cuento narrado por dos cuentistas de apellido Rodríguez cuyas historias ya no se las cree nadie. Uno de ellos es José Luis Rodríguez Zapatero, expresidente del Gobierno español y blanqueador de dictaduras a tiempo completo, excluido el que dedica a bañarse en La Mareta, donde va a probar la temperatura del agua de las termas para que el César no salga escaldado. La otra Rodríguez es Delcy, una indeseable a la que denuncia la Unión Europea por sus relaciones con el narcotráfico y a la que el dictador Nicolás Maduro ha encomendado recientemente la cartera de Petróleo, nuclear en los enjuagues de ese régimen corrupto. Esos Rodríguez (a los que se suma el hermano de ella, el siniestro Jorge), esbirros de unos jefes poco amantes de la democracia, pero ventajistas de ella, se acaban de erigir en los salvadores del presidente legítimo de los venezolanos, Edmundo González, que ayer llegó a la base de Torrejón en calidad de asilado político, después de que el régimen amenazara a su familia.
El cuento de los Rodríguez, tan amiguitos entre ellos que el primero coló a la segunda acompañada de misteriosas maletas en el aeropuerto de Barajas una noche de enero de 2020 cuando tenía prohibido sobrevolar cielo europeo, consiste en vendernos que el perseguido opositor de Maduro ha sido salvado gracias a la generosidad de un Gobierno como el español, precisamente el mismo que no ha dicho ni palabra sobre el atropello antidemocrático de las últimas elecciones venezolanas. Tanto es así que ayer Albares se negó a reconocer la victoria de González y se dedicó a meterse con el PP, no con la dictadura de Caracas. Es decir, ahora el relato escrito a pachas por los Rodríguez, con el beneplácito de sus líderes, es vender la gestión diplomática española en lugar de denunciar la razón por la que el vencedor de los comicios tiene que escapar de su país so pena de que el dictador bolivariano lo encarcele y haga algo peor a sus allegados. Ese es el verdadero quid de la cuestión. Solo faltaría que España hubiera rechazado la protección a Edmundo González, poniendo en peligro su vida, como está ocurriendo con otros opositores que buscan refugio en legaciones diplomáticas en Caracas y están siendo asediados por el régimen para encarcelarlos o quién sabe si para hacerlos desaparecer.
Así que estamos ante un nuevo servicio más del expresidente español a su amigo Nicolás, al que obviamente le quita un problema de encima atendiendo a su deseo de hacer desaparecer a los que le molestan. Ese Zapatero, callado hasta hoy como un muerto, que no estampó su firma, junto a sus homólogos González, Aznar y Rajoy y otros treinta líderes mundiales, en una carta denunciando el terror al que Maduro somete a sus compatriotas. Cuando Sánchez dijo hace unas horas en el Comité Federal que «vamos a proteger la seguridad de activistas, periodistas y líderes políticos allá donde estén. Líderes como Edmundo González, un héroe a quien España no va a abandonar» no se estaba solo anticipando a una acogida que ya se cocinaba desde hace días y a la que España no podía negarse, sino que obviaba lo más sangrante, y es que un sátrapa ha cometido un pucherazo de libro, que han denunciado decenas de líderes internacionales de todos los colores, menos él. Dictador al que no ha condenado nunca, nunca, nunca, el presidente del Gobierno del país que más lazos históricos y emocionales tiene con la nación venezolana.
Estamos ante un nuevo relato tramposo y falaz de Pedro Sánchez de cómo ha realizado una acción humanitaria, cuando lo que ha hecho en realidad es usar, una vez más, el arte de birlibirloque que domina. Porque ningún Estado tendría que albergar al líder opositor de otra nación si no se admite antes que en ésta se está acabando con la democracia, con los derechos humanos y con los estándares de libertad. No se puede, señor Sánchez, poner la cataplasma si antes no se reconoce la gravedad de la herida.
Así que, bienvenido sea a nuestro país, que es el suyo, el ganador de las elecciones, tal y como decidieron los venezolanos en las urnas. Pero que los árboles no nos impidan ver el bosque del inmoral comportamiento del Gobierno de Sánchez –que sienta en su Consejo de Ministros a activistas bolivarianos de los que ha asumido gustosamente su credo–. Con dos impresentables cuentistas: los Rodríguez, que se venden ahora como salvadores de la democracia cuando son cómplices de una feroz dictadura y de la ruina de casi 30 millones de venezolanos, con diez millones en la diáspora. Porque lo de Edmundo es más una deportación obligada por la dictadura que un exilio voluntario. Sánchez y Zapatero nos han vuelto a engañar.