¿Otra Lola para el Banco de España?
Las críticas que vertía el Banco contra el caos del Gobierno es la principal causa de que Pedro ya solo quiera de gobernador a un estómago agradecido que calle convenientemente
Quedaban muy pocas instituciones en pie. Una de ellas era -es- el Banco de España, un ente que dejó de tener con el euro la competencia como Banco emisor, pero que posee una importancia estratégica en nuestro sistema financiero. Hasta esta semana era una institución independiente que dirigía una persona tan solvente como Pablo Hernández de Cos. Pero hoy miércoles las cosas podrían cambiar dramáticamente. El ministro Carlos Cuerpo, ese que se queja de que en el Falcon los asientos no son reclinables, podría anunciar que el exministro José Luis Escrivá será el nuevo gobernador del Banco de España; organismo que era de los pocos que no tenía un amiguito de Pedro Sánchez en su cúspide ni acataba las órdenes del Sumo Líder. Pero el presidente no podía dejar de emponzoñar este puesto clave colocando a uno de sus ministros, al que había dejado una escuálida cartera de Transformación Digital a la espera de asaltar el banco central. Las críticas que vertía el Banco contra el caos del Gobierno es la principal causa de que Pedro ya solo quiera de gobernador a un estómago agradecido que calle convenientemente.
Después de Lola Delgado, que dejó caliente la silla de ministra de Justicia para ocupar la Fiscalía del Estado, o de Juan Carlos Campo, que saltó del Consejo de Ministros al Tribunal Constitucional, Pedro ha debido pensar que no hay dos sin tres. Y, sobre todo, que no hay que desaprovechar una oportunidad pintiparada para degradar aún más la democracia. Así que, contra la opinión del PP y rompiendo los consensos con los que se había regido hasta ahora este nombramiento, Escrivá se perfila como gobernador con el rechazo expreso del principal partido de la oposición y de toda la Banca. Tendremos la paradoja de que un ministro que ha colaborado en elaborar los Presupuestos tendrá que valorarlos desde el Banco Central. Juez y parte. Sanchismo puro.
Aunque con la reforma de nuestras pensiones ha sido un auténtico desastre, nadie duda de que Escrivá tiene competencias económicas indudables (hasta el PP lo nombró para presidir la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal), pero su designación es un síntoma más de la baja calidad de nuestra democracia. Usar las instituciones para devaluar al propio sistema colocando a afines es típico de las autocracias, donde como la tinta del calamar todo se tiñe del fluido que emite el Gobierno. No solo ha de tenerse potestas, que esa la propiciará su designación en el BOE, sino es imprescindible la auctoritas, ese poder moral basado en el reconocimiento o prestigio del que carece don José Luis, que viene invalidado por su calidad de asalariado del sanchismo.
Tampoco Escrivá tiene una personalidad de diálogo y consenso. Mientras fue titular de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones, no dejó de pelearse con todo quisque: con el PP, la CEOE, el Banco de España, que ahora dirigirá, o la Airef, estas últimas, sus dos antiguas casas. Tuvo cargos en Fráncfort y en Basilea antes de que el sanchismo lo transformara en algo que muchos economistas que le conocieron en su primera vida no aciertan a identificar. Una especie de groupie de Pedro.
Escrivá había perdido ya claramente ese perfil profesional para identificarse plenamente con el ecosistema, algo similar a lo que le ocurrió a Calviño. Cómo olvidar esa impagable escena en la que, durante la campaña electoral del año pasado, se dejó «entrevistar» por el jefe Sánchez ante un auditorio de militantes. Allí estaba Escrivá, como un tierno corderito del rebaño monclovita, tan lejana esa ridícula imagen del ministro iracundo que negaba a gritos a los periodistas que la Seguridad Social tuviera problemas de gestión para, a renglón seguido, tener que tomar medidas urgentes para que no colapsara.
De su cambio de registro da idea la sorprendente guerra que emprendió contra todos los economistas españoles que no le aplaudían. Podrá hacer bueno a Fernández Ordóñez, el gobernador que no se enteró del escándalo de Bankia, que luego tuvimos que pagar entre todos.
Como hundió la hucha de las pensiones, ahora podrá hacerlo con el Banco de España, cuyos análisis económicos tendrán menos credibilidad que la cátedra de Begoña y el CIS de Tezanos juntos.