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Cosas que pasanAlfonso Ussía

Joaquín

Pero puedo asegurar y aseguro, que fue una contradicción andante, un amante de la vida, dueño de un humor inteligente y cáustico, un entregado voluntariamente a lo fácil, y un buen amigo

Actualizada 08:27

Joaquín Giménez-Arnau –Jimmy– ha fallecido, y he leído muchas tonterías de su persona y su pasado. Sus grandes amigos, de la infancia y la Universidad de Pamplona, jamás le llamaron «Jimmy», que así le bautizaron en el colegio inglés en el que estuvo internado por la imposibilidad de sus compañeros de pronunciar «Joaquín». Sus amigos de verdad, Borja Arteaga, Hugo Barcáiztegui, Juan Ignacio –Papos–, Muguruza, Ignacio Domínguez, Juan Carlos Villalta, Rafael Trenor y Fernando Castromil, jamás le dijeron «Jimmy». A los 25 años era abogado. Jugaba muy bien al fútbol, madridista, y con un humor en ocasiones amargo, pero lleno de talento. Para contentar a su padre hizo que se presentaba a las Oposiciones al Cuerpo Diplomático, pero cedió pronto. Menos mal, porque Joaquín de diplomático no tenía nada. Nos habría declarado la guerra hasta San Marino.

Jimmy Giménez-Arnau

Jimmy Giménez-ArnauBarca

Nació a bordo del «Cabo de Hornos» navegando por el hemisferio sur. Mostraba con orgullo su DNI. Apellidos: Giménez-Arnau y Puente. Nombre: Joaquín. Nacido en: Alta mar. Sus grandes amigos jamás le abandonaron a pesar de sus contradicciones. Un estupendo poeta y escritor, quizá para contrarrestar el conservadurismo de su padre, embajador de España y notable novelista, más influido por Alberti que por Foxá. Escribió poemas dadaístas, algunos de ellos en colaboración con Rafael Trenor, autor de la Esfera Armilar, y sus ídolos poéticos fueron Carlos Edmundo de Ory y Carlos Oroza, al que invitaba a cafés y jamón en el Gijón. Sonreía muy bien. Era un tipo especial que sonreía bien. –De haber tenido diez centímetros más, ninguna se me habría resistido–. Le venía la literatura de padre y madre. Su madre era hermana de José Vicente Puente, un periodista con ingenio y mala uva, amigo de Foxá, con el que colaboró en la peor comedia de Foxá, Gente que pasa. La familia Puente tenía un negocio de camas, y cuando Foxá y Puente tarifaron, don Agustín le puso en su sitio.

Hace camas y comedias,
Pero con tan mala suerte,
Que en las camas te despiertas,
Y en las comedias, te duermes.

Y también

Es cursi y se cree Osuna,
Escribe sin gracia alguna,
Destroza honores y famas,
Y es fabricante de camas
Aunque carezca de cuna.

Muy pronto, Joaquín destacó en la poesía joven del momento. Cuya Selva, dedicada «A ti, la de los pasos amarillos». Se enamoraba profundamente, por aproximación, de unas diez mujeres por semestre. Era detallista y simpático, pero distante con quienes nada le interesaban. Pero en la intimidad de amigos y charlas, era un compañero insuperable.

De sus inicios poéticos y una novela, Las islas transparentes, muy elogiada por la crítica, pasó al nuevo espacio de su vida. Se casó con Merry Martínez-Bordiú, que era una belleza. Vivió con ella dos años en «El Canto del Pico», un casa propiedad de la familia Franco inhóspita y construida para rodar películas de terror. Tuvo una hija, y perder su cercanía, supuso una tragedia para él. Escribió Yo, Jimmy. Mi vida entre los Franco y ahí inició su etapa de descenso. Un libro divertido, vengativo y muy bien narrado. Ella, con elegancia, respondió con el silencio.

Pero Joaquín vio en aquel mundo del chisme una mina. Y trabajó duramente en explotarla. Cuando aparecía en una tertulia de esas, sobresalía por su cultura, sus golpes bajos y sus grandes golpes. Criticó un día a Norma Duval en el programa de Luis Del Olmo. Luis le pidió que aguardara porque Norma había anunciado que se presentaría en la sede de «Onda Cero». Y Joaquín esperó. Nos acompañó en el estudio durante los primeros minutos de «El Debate del Estado de la Nación». Ahí estábamos Tip, Antonio Mingote, Antonio Ozores, Chumy Chúmez, Coll y yo. Irrumpió Norma como una fiera, se sentó, se incorporó y le lanzó a Joaquín uno de sus zapatos de tacón, con un tacón que parecía un puñal. Joaquín esquivó el misil, que estuvo a punto de impactar en Coll. Ozores lo comentó al término del programa. «¡Qué lástima! Un centímetro más a la derecha y nos libra de Coll».

Pero aquel Joaquín no era el mismo. Ganaba mucho más dinero –era, por otra parte, muy generoso–, pero se había entregado a lo más fácil cuando en lo difícil fue una gran promesa. En aquellos años, los últimos, apenas lo traté. Pero puedo asegurar y aseguro, que fue una contradicción andante, un amante de la vida, dueño de un humor inteligente y cáustico, un entregado voluntariamente a lo fácil, y un buen amigo.

En el fondo, fue una víctima victoriosa de sus circunstancias.

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