Fundado en 1910

27 de septiembre de 2024

Cosas que pasanAlfonso Ussía

Piropos

Lógicamente emocionado por el recibimiento callejero, el presentador estuvo flojo, aunque fue aplaudido al término de su prédica por el reducido rebaño que apenas pastó la mitad del recinto

Actualizada 01:30

El representante del paquidermo en España y Europa, José Luis Rodríguez Zapatero, presentó el libro «La Democracia y sus Derechos» en el Ateneo de Madrid. Acudieron entusiasmados a la presentación Bolaños y cincuenta y nueve borregos socialistas escogidos mediante sorteo. En el exterior, en la calle del Prado, una muchedumbre nada partidaria ni del libro, ni del presentador ni de Bolaños, ni de los cincuenta y nueve borregos elegidos para adornar una sala con vocación de butacas vacías. Zapatero se negó a reconocer el triunfo de Edmundo González por «lealtad a Venezuela». Es un detalle a valorar. Quizá habría sonado mejor de haber explicado los motivos que le han llevado a mantener tan ejemplar y firme lealtad a Venezuela siendo de Valladolid. Pero no es conveniente emborronar reconocimientos de lealtad tan hermosos y escasos en nuestros días.

Los enviados especiales a tan importante acto cultural de lealtad a Venezuela, no tuvieron la paciencia y la sagacidad periodística de José R. Peláez, uno de los columnistas con más talento y mejor palabra de ABC. Peláez sabía que el acto cultural se celebraría más fuera del Ateneo que dentro del Ateneo, y se entretuvo apuntando todos los piropos que el público del exterior le dedicaba al representante del distinguido animal, que es especie protegida en Venezuela, si bien el setenta por ciento de los venezolanos no se sienten excesivamente preocupados por su extinción. Y lo que apuntó Peláez en su libreta, la retahíla de flores semánticas que tuvo que oír Zapatero en el breve paso de la acera al edificio del Ateneo en la calle del Prado, merece una atención especial. El piropo es muy español, y en España viven —porque de no vivir en España tampoco lo harían en Venezuela por diferentes razones—, miles de venezolanos aficionados a piropear a los partidarios del asno torturador. Recuérdese el piropo que recibió Rafael Neville, hijo del gran Edgar, en pleno paseo por Málaga al pasar junto a un andamio en el que trabajaban dos locuaces albañiles, hoy denominados operarios de la construcción. Rafaelito —así se le conocía—, era un marica de los de toda la vida, que salió del armario sin complejos, dueño de una gracia natural extraordinaria. Que así iba Rafaelito por Málaga, bamboleando el gluterío, cuando los dos albañiles, al unísono, le dedicaron el piropo. —¡Adiós, maricón!—. Y Rafaelito, sin apenas mirarlos, les respondió de inmediato. —¡Adiós, arquitectos!—. Pues eso, que hay piropos que van y vienen de todos los gustos.

José R. Peláez fue apuntando los piropos de los venezolanos exiliados a Zapatero. Los hay de belleza inextinguible. Cobarde, sinvergüenza, traidor, corrupto, Hijo de p…, Zapaduros, miserable, vete a Venezuela, cómplice de la dictadura, vete, que te está esperando Delcy, socio del asesino, delincuente, violador de derechos humanos, impresentable, Zapatero alimaña, vergüenza para España, mercenario, tienes las manos manchadas de sangre, las minas de oro que te regaló Delcy son la sangre de los venezolanos, cómplice de torturadores de niños y niñas, ahí llega el camión de la basura, da la cara, cobarde, y demás expresiones de cordialidad y afecto.

Lógicamente emocionado por el recibimiento callejero, el presentador estuvo flojo, aunque fue aplaudido al término de su prédica por el reducido rebaño que apenas pastó la mitad del recinto. Una voz barítona y solemne alegró a los asistentes, que dejaron de pastar y alzaron al unísono orejas y cabezas. «El señor Zapatero firmará a continuación los libros que adquieran los presentes». Firmó siete, uno de ellos a Bolaños, naturalmente, con afecto, cariño y un fuerte abrazo.

Leyendo a Peláez he llegado a la intuitiva conclusión que me permite asegurar que el acto constituyó un éxito. Me refiero, claro está, al acto que congregó en la calle a los centenares de piropeadores, más que al desarrollado en el saloncete del Ateneo con el bochornoso presentador del «La Democracia y sus Derechos». Pasó el presentador por momentos algo ásperos y difíciles, pero eso entra en el sueldo.

Comentarios

Más de Alfonso Ussía

  • Conciertos y puestos

  • El tren del amor

  • aussia
  • Joaquín

  • Padre, antes que todo

  • Delito en la Embajada

  • tracking