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Cosas que pasanAlfonso Ussía

El tren del amor

Leí que un pompiesponjado de la Asamblea de Madrid, acusaba a los partidos llamados de centro-derecha y derecha, de envidiar al presidente del Gobierno porque «estaba bueno». No porque es bueno, sino por estar bueno

Actualizada 01:30

A mi inolvidado maestro y amigo Santiago Amón, palentino nacido en Baracaldo por un error de cálculo, le fascinaba viajar en tren. Falleció en la sierra de La Cabrera en un accidente de helicóptero. Hizo todo lo posible por llegar tarde a la cita, pero le aguardaron a pesar del voluntario retraso. Le acompañó en la muerte la entonces directora de Trafico, Rosa de Lima Manzano. El plan de Santiago era perder el helicóptero y con un billete de tren Madrid-Palencia en el bolsillo viajar hasta su ciudad en el Talgo de Santander. Como buen alumno de mi maestro, cuando me traslado de Madrid a Torrelavega, que es mi estación, lo hago con mi mujer en el Alvia de Madrid a Santander, cuyas vías han sido arregladas y modernizadas este verano por decisión del señor ministro de Transportes, Óscar Puente. Y acertamos plenamente. Recordé viejos tiempos, pude leer tres periódicos, y solazarme, superado Monzón de Campos y Frómista, con la visión de los prados corceros que se multiplican desde Palencia hasta Reinosa. El maquinista, a pesar de las vías arregladas, tuvo el detalle de no alcanzar altas velocidades, y conté 17 corzos desde Herrera del Pisuerga hasta Alar del Rey. Porque pocos meses atrás, de Madrid a Torrelavega se cubría el trayecto en cuatro horas, y después del arreglo de las vías, lógicamente, se tarda una hora más. Una hora invertida en paisajes y lecturas. Por fin, al menos en el transporte ferroviario, este Gobierno empieza a funcionar.

Leí secciones periodísticas que siempre me salto. Las dedicadas a los amores de los famosos y los chismes que esos amores conllevan. Peleas de herencias, cuernos desmedidos, e interesantes novedades de inesperadas pasiones. Leí que un pompiesponjado de la Asamblea de Madrid, acusaba a los partidos llamados de centro-derecha y derecha, de envidiar al presidente del Gobierno porque «estaba bueno». No porque es bueno, sino por estar bueno. Y no se refería a la salud. Sobre gustos nada hay escrito. Ya lo decía el inmenso y genial Antonio Mingote: «En asuntos de braguetas/ nunca opines ni te metas». Semejante declaración pasional emitida en la sede parlamentaria de la Asamblea de Madrid, supuso una crítica cruel respecto al aspecto físico de mitos socialistas y comunistas. Si las derechas sólo arremeten contra los socialistas y comunistas que están buenos, ¿por qué lo hicieron contra Azaña, Prieto, Carrillo, Líster y 'el Campesino'? Tiene que explicarlo porque desde que lo leí no vivo en mí.

Y me informé, con enorme alegría, del amor que ha florecido entre «Jordi» Évole y Anna Gabriel. Un amor con aroma de lavanda y «Eau de Rocaille», sin olvidar al jabón Heno de Pravia. Un amor apetecible a más no poder. Él y ella hablando de asuntos trascendentes en los prolegómenos del amor, como narraba Luis Ventoso días atrás recordando a Chumy Chúmez. La izquierda, no hace el amor a ciegas, lo cumple con trascendencia política. Así me figuré al apuesto «Jordi», ardiente en la espera sobre el lecho, comentándole a su amada: «Anna, tenemos que ayudar a ERC, para que no se rompa»; y ella, a punto de compartir el espacio coronado por la almohada, clavando sus bellísimos ojos en su espigado amor y dando prioridad a su gran preocupación: «De acuerdo, mi jaguar, pero antes tenemos que arreglar lo de Palestina, y denunciar lo de Israel con Hizbulá». Un amor solidario y pluriemocional, que diría Yolanda Díaz.

Me entristeció el «Hannover» que le hizo Sánchez a Illa, no asistiendo a un acto fundamental «por problemas de climatología». Cuando se anuncia una tormenta que no es tormenta, sino un poco de viento, los «Falcon» no pueden volar por la climatología. Cosas que se aprenden viajando en tren una hora más del tiempo acostumbrado. Y cuando me hallaba leyendo la siempre aguda columna de Emilia Landaluce en El Mundo, en la que nos informaba que Pedro y Begoña se tratan de «mi pichón» y «mi pichona»… Torrelavega, fin de mi trayecto. Está bueno, y para la pichona es su pichón. Y recordé a mi difunto padre, que en 1949 y en Somontes, ganó el Campeonato de España de Tiro de Pichón. Eso, que las ideas, los recuerdos y las demás cosas se entrecruzan.

El amor es imprescindible.

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