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Vidas ejemplaresLuis Ventoso

¿Bipartidismo o sopa de letras?

Igual no era tan mala idea, sobre todo si estudiamos para qué le sirvió a España la animada etapa con Pablete Iglesias y Riverita

Actualizada 09:16

Recuerdo con una sonrisa una encopetada cena en los días gloriosos de Pablete Iglesias, que acabaría convirtiéndose en el vicepresidente más gandul que hemos tenido, y Riverita, eregido por entonces en el súper flagelo naranja que sacudía lecciones a babor y estribor. Entre otros comensales, se sentaban en la mesa un empresario de los medios y una política del PP inteligente y muy elocuente, rubia, altiva y de abolengo. Charlamos de política. Ambos sostenían sin resquicio de duda que «en año y medio, o dos a lo sumo, Albert Rivera será el próximo presidente del Gobierno». Cuando les respondí que «ni de coña», me dedicaron una fugaz mirada despectiva, como si hubiese opinado un berberecho.

Tras varias decisiones equivocadas, Riverita ya está prejubilado de la vida pública. Hoy aquel Savonarola que todo lo sabía aparece más en las secciones del corazón que en las de política.

La encuesta de hoy en El Debate, elaborada por Target Point, que suelen atinar, refleja que PP (154 escaños y 35,2 % del voto) y PSOE (29,2 % y 123 escaños) suman el 64 % de los votos. Estamos por tanto ante un cierto retorno al bipartidismo.

Sánchez se mantiene gracias a que se zampa a Yolanda, que solo era un globo de gas con mechas, ñoñería y colorido guardarropa. Sumar cae al 8,5 % del voto, con solo 13 escaños, la mitad de los que obtuvo en 2023. Por su parte, Vox se queda con un 10,6% del voto y 25 escaños, lejos de sus sensacionales datos de 2019, cuando logró 52 diputados y el 15 % del voto, lo que lo había dejado a solo 5,8 puntos del PP del fallido Casado.

Sánchez perdería «mi tesoro», su Moncloa, pues PP y Vox sumarían mayoría absoluta incluso en la horquilla más baja. Por último, Alvise todavía aparece con un par de escaños, pues como diría el castizo, «hay gente pa to».

Los argumentos contra el bipartidismo son conocidos y muchos de ellos, razonables. Todos los hemos escuchado. Llegan desde izquierda y derecha. «PP y PSOE son casi lo mismo, por eso hacen falta otros partidos». «El PP tenía tantos escándalos de corrupción que era imposible votarles, ni tampándose la nariz, por eso me pasé a Ciudadanos». «Mariano hizo el Don Tancredo contra el separatismo, reaccionó tardísimo. Se necesita un partido como Vox, más claro y contundente contra los separatistas y la izquierda». «Si no fuese por la presión de Podemos, Sánchez habría hecho más o menos las políticas del PP, por eso hacen falta partidos a la izquierda del PSOE». Etc.

Y sin embargo, algunos amuermados seguimos creyendo que a España le sienta mejor un razonable y aburrido bipartidismo que la sopa de letras de la última década, en cuyos condimentos hubo gente valiosa, sí, pero también mucho sofista vendiendo latiguillos resultones y sin una estructura solvente. Las personas de temperamento conservador valoramos que en general el bipartidismo aporta algo que sienta bien a las naciones: una cierta estabilidad, aunque existan excepciones.

Estados Unidos cuenta esta vez con dos candidatos discutibles. ¿Mejorarían las cosas añadiendo a la carrera a un par de populistas resultones? Todo se volvería todavía más confuso. Tampoco parece que el guiso de siglas francés y su adicción a inventar partidos resulte más saludable que la anodina alternancia de los británicos entre laboristas y conservadores. Ni se acaba de ver claro cuál fue el beneficio para España de los populistas de Podemos, las Mareas, los Compromís, los Kichis, los Puigdemones, los Junqueras… más allá de mejorar los emolumentos y el ego de una gente muy problemática. O qué ganamos en la práctica con UPyD y Ciudadanos, más allá de un toque de atención a los partidos tradicionales que pudo tener sentido en su momento.

Imagino que me quedaré en minoría absoluta con mis tesis pro bipartidistas. Gustan más las emociones, la novedad de las caras frescas y adanistas, las soluciones simples y drásticas –que casi nunca existen– y los caudillos providenciales, que como si fuesen seres omniscientes se presentan como la encarnación de la voluntad de todo el pueblo (les vote ese pueblo o no). ¿Bipartidismo? Pues sí. Y cuando el que está gobernando resulta un golfo, o un incompetente, o simplemente no te gusta, lo echas y que pase el de enfrente. Así de sencillo.

(PD: Pregunta interesante: ¿habría salvado su poltrona durante tanto tiempo el corrosivo Sánchez si España fuese un país bipartidista?).

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