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Post-itJorge Sanz Casillas

El PSOE y los delitos de transmisión sexual

En un país en el que no dimiten ni los imputados, se ha ido a rajar Lobato por prevenirse contra los manejos de su partido

Actualizada 01:30

Llegamos al viernes del Comité Federal del PSOE y, como en un festival de música, se ha caído una de las estrellas del cartel –Juan Lobato–, que llegaba tocado al evento pero con un morboso enfrentamiento con Óscar López por delante. No sé qué le ven a este último, por cierto, pues ya naufragó en Castilla y León, pero ellos sabrán, que para algo tienen cerca de mil asesores trabajando de lunes a jueves en la corte del faraón. Lo que parece evidente es que el sanchismo los prefiere serviles, no como Lobato, que se le ocurrió preguntarse de dónde venían esos datos fiscales que le habían filtrado junto con el desayuno.

Porque en un país donde no dimiten ni los imputados se ha ido a rajar aquel que se previno contra los manejos de su propio partido. Aunque Lobato tampoco es un santo, ojo, pues solo acudió al notario cuando vio las barbas de su vecino cortar, en concreto las del fiscal general, al que habían imputado horas antes. Hasta entonces Lobato exhibió correos e hizo campaña con los presuntos delitos que cometió la pareja de Ayuso cuando, según la prensa rosa, ni siquiera estaban juntos. Es decir, que en su desesperación por verse a la sombra de Ayuso eternamente, el PSOE ha inventado algo así como los delitos de transmisión sexual, según los cuales tú eres tan culpable como tu pareja de aquello que hizo cuando ni siquiera dormíais juntos.

Habrá quien me diga ahora: «Vale, entonces tienes que aplicar el mismo baremo para Begoña Gómez y Pedro Sánchez». Pero es que no son lo mismo, ya lo siento. El novio de Ayuso no ha hecho negocio (que sepamos) citando a empresarios en la mismísima Puerta del Sol. El novio de Ayuso no tuvo (que sepamos) a un funcionario de la Comunidad engrasando su relación con la Complutense o empresas privadas. Y al novio de Ayuso (que sepamos) no le cerraron una planta entera de Telemadrid para que grabase un podcast a mayor gloria personal.

Pertenezco a una generación que se crio con las portadas de El País sobre Francisco Camps. De acuerdo con aquel despliegue, al que se sumaron cadenas emergentes como LaSexta, lo ocurrido en Valencia a comienzos de los 2000 era el caso de corrupción más grande de nuestra historia. Los trajes, la Fórmula 1, la visita del Papa... Iban poco menos que a imputar a Benedicto XVI. Y sin embargo Paco Camps está hoy limpio de polvo y paja, con más absoluciones que Copas de Europa tiene el Barça. ¿Qué quiero decir con esto? Pues que de la verdad policial a la verdad judicial hay un camino larguísimo. Un camino en el que lo que no se demuestra no existe. Y esta máxima afecta a todos.

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