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Pecados capitalesMayte Alcaraz

Existen, claro que existen

Si no existieran los Reyes de Oriente tendríamos que inventarlos para conjurar tanto cenizo sectario. Pero existieron y aún perduran en nuestros recuerdos, gustos y maneras

Actualizada 01:30

Cuando era niña, algunos compañeros del cole querían chafarme la ilusión de los Reyes Magos. Intentaban contaminarme del pragmatismo que luego, al correr de los años, invadiría nuestras vidas. Pero yo siempre me resistía, porque esa noche era la noche de los sueños. Y eso era sagrado. Así que me proponía neutralizar esa fastidiosa vocación por despojarme de la ilusión infantil, el único estado temporal en el que la inocencia vence por goleada a la decepción o a la desesperanza. Después de aquellos aguafiestas en las aulas, solo he vuelto a sentir ese acoso cuando la izquierda se ha afanado en actuar de policía del pensamiento con el objetivo de acabar con las quimeras y la fantasía purificadora de Sus Majestades de Oriente, protagonistas de un bello relato que solo busca un fin hermoso: redimir a los hombres.

La izquierda lo intenta, pero no puede. Y debemos empeñarnos en impedírselo. Ya han arrasado contra nuestra memoria colectiva, intentando imponer un relato guerracivilista y exhumando cadáveres como antídoto contra su ineficacia. Cómo olvidar a los alcaldes populistas que llegaron para acabar con los símbolos nobles de estas fiestas; esos alcaldes autollamados «del cambio», pero que eran tan antiguos y rancios como el viejo comunismo. Las utopías solo las marcan ellos y cuando la memoria se resiste, en forma de nostalgia de la infancia, hay que intervenirla. Recordemos a la exalcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, cuando metió sus sucias manos ideológicas en ese depósito de melancolía que es la fiesta que hoy celebramos y convirtió en una mamarrachada la más bella de las celebraciones del año.

Para la abuelita doctrinaria de las magdalenas y sus compañeros del metal lo importante era trazar un marco ideológico revisionista de la fiesta de los Reyes Magos. Su sectarismo quiso llegar a las referencias simbólicas y sentimentales donde los pequeños tienen siempre un espacio íntimo de libertad, que es en el fondo la constatación de la superioridad moral de la inocencia. Pero todo lo que no pueden controlar lo convierten en chatarra ideológica. Por eso Pedro Sánchez felicita las fiestas y no la Navidad y los descerebrados a su izquierda invocan el solsticio de invierno en lugar de la Nochebuena. Pero disfrutan de las vacaciones como si no hubiera un mañana.

El cariño paterno, aunque su fuente haya desaparecido físicamente, sigue siendo un manantial de recuerdos y melancolía que, un día, nos hizo creer en los milagros. De hecho, los sinsabores de la vida siempre nos conducen a esta noche como remedio a la cruda realidad, como una invocación sencilla y desnuda de las leyendas que nos reconcilian con la dura existencia. Por eso miramos a esos Magos bíblicos con esa esperanza que nunca se ha borrado de nuestras pupilas inocentes y cándidas. Y por eso hoy traemos al presente esa sorpresa por tantos paquetes por abrir, tantos deseos cumplidos por el humilde bolsillo de nuestros padres, tanta felicidad por descubrir. Si no existieran los Reyes de Oriente tendríamos que inventarlos para conjurar tanto cenizo sectario. Pero existieron y aún perduran en nuestros recuerdos, gustos y maneras. Para unos como portadores de sueños, para otros como hacedores de deseos, y para otros muchos como repartidores de vanidades, sinecuras y otras regalías.

Pero para todos Olanda u Holanda (teorías hay al respecto) ya se ve.

Felices Reyes Magos.

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