De conmemoraciones y cobardías
Los antepasados de estos valientes no solo no combatían a Franco, sino que colaboraron activamente con él: por ejemplo, el abuelo de Urtasun, el padre y el tío de María Teresa Fernández de la Vega, el padre de Manolo Chaves...
Ahora que tenemos a Sánchez embarcando en la Francolimpiada –en expresión afortunada de nuestra compañera Ana Martín– sería bueno recordar a Plutarco y a Jean Paul Sartre. Un historiador y un filósofo. El primero solía reprocharle a Séneca el Viejo que era muy dado a embarrar la biografía de los demás «siempre que estuviesen muertos». Eso es exactamente lo que Sánchez quiere hacer con los cien actos dedicados a la muerte del general Franco, aprovecharse de que hace medio siglo que murió. ¡Van a dedicarle un acto cada tres días!
Y es que los antepasados de estos valientes no solo no combatían a Franco, sino que colaboraron activamente con él: por ejemplo, el abuelo de Urtasun, el padre y el tío de María Teresa Fernández de la Vega, el padre de Manolo Chaves; también el de Bono, por no hablar de Elola Olaso, que salía en el NODO casi tanto como Franco, y que es el abuelo del letrado mayor del Congreso, Galindo, el mismo que vio como constitucional el texto de la amnistía a los golpistas catalanes.
Como ellos, hay miles neosocialistas que deben querer un exorcismo popular para que no se les recuerde sus antecedentes familiares. Da para un libro bien grueso el listado de antepasados franquistas con descendencia socialista. Hay que recordar que en la Guerra Civil el ochenta por ciento de los contendientes no escogieron el bando, lucharon donde les tocó. Después ya sí, entre ellos los abuelos, padres y suegros de muchos socialistas empeñados en utilizar el franquismo para generar odio y confrontación. Los progenitores de un buen número de socialistas fueron gobernadores civiles, inspectores de policía, coroneles del Ejército y demás servicios del régimen que ahora detestan. Sartre, por su lado, dejó escrito que no hay nada más fácil de adulterar y falsificar que el pasado. Y en ello está el sanchismo, esa máquina de fango que alcanza hasta lo más remoto. Una cortina de humo más.
Ya que estamos metidos en conmemoraciones, muchos recordamos a las víctimas Charlie Hebdo, que tal día como ayer fueron asesinados por los hermanos Kouachi, dos islamistas que no toleraron que los humoristas del semanario francés publicarán unas caricaturas de Mahoma. Ya me imagino que a Lalachus nunca se le ocurrirá tomarse a chirigota nada que tenga que ver con el islam, a pesar de que bajo su advocación se ejecutan condenas de muerte a homosexuales o se dan palizas a mujeres por no cubrirse el cabello con un velo. Pero Lalachus no tiene lo que hay que tener, que es el principio de la firme defensa de la libertad de expresión, que sí tuvieron los redactores de Charlie Hebdo, asesinados hace ayer justamente diez años. No murieron en la cama como Franco, su sangre tiñó de rojo la redacción del semanario.
A mí no me gustan ninguno de estos dos temas. Suelo decir con frecuencia que escribo sobre cuestiones que me horrorizan. En 2025, creo que en España podríamos hablar de otros muchos asuntos, sin necesidad de estar reabriendo heridas. Mejor orillar la historia de crímenes que en el pasado protagonizó el PSOE. No hay que olvidar, pero sí superar. Lo que no se puede admitir ahora mismo, en este tiempo presente, superado el primer cuarto del siglo XXI, es la superioridad moral que muchos hoy nos quieren imponer sin ningún tipo de acreditación moral ni rigor histórico. La historia en ocasiones fue una catástrofe, otras veces una hecatombe, incluso un genocidio, y solo los pueblos que supieron superar eso progresaron.
España se merece algo más que un Gobierno instalado en el odio. España es mucho más que Sánchez y su pandilla. La historia se escribe y se reescribe, la memoria es personal e intransferible, la conciencia es particular y la libertad es patrimonio de todos, y España y su presente no admiten las fronteras mentales que un gobierno quiere imponer a la ciudadanía.