Un gobierno plagado de zánganos
Gran parte de ellos –no todos– no dan palo al agua, así que en algo tienen que entretenerse. Son los nuevos liberados sindicales de la política española
Si descartamos a Álvaro García Ortiz, el ministro sin cartera y sin integridad del Gobierno Sánchez, el presidente tiene 22 ministros. Como no consigue aprobar una sola ley en el Congreso, se lleva a los miembros del Gabinete de groupies. Que hay que arroparle en Valencia parapetándole de los valencianos para que no le digan lo que piensan de él, pues allí están ellos. Que hay que ir a Davos a hacerse una foto con los empresarios en el cuarto de basuras del Foro, pues allí hacen bulto. Y si el acto en cuestión se centra en Franco, entonces los agradecidos subordinados de Sánchez llenan el patio de butacas.
Gran parte de ellos –no todos– no dan palo al agua, así que en algo tienen que entretenerse. Albares se dedica a cesar a embajadores que elogian al Rey y a pedir en Europa que el catalán sea lengua oficial. Fuera de ello y de pasar la mano por el lomo de Maduro, no tiene más tarea. Luego tenemos a María Jesús Montero, que por no tener no tiene ni que elaborar presupuestos, así que dedica el tiempo libre a enterarse de los expedientes que Hacienda abre a ciudadanos anónimos para filtrarlos y a insultar a Moreno Bonilla, contra quien sabe que va a palmar dentro de año y medio.
La segunda de las vicepresidentas, Yolanda Díaz, cada vez tiene más tiempo para hacerle cucamonas a Unai y Pepe Álvarez, a los que quiere aplicar la reducción de jornada laboral. Como si se pudiera reducir lo que no existe. Y cuando tiene un rato libre, se mete con Carlos Cuerpo, que se entretiene en poner palos en las ruedas a los delirios de Sumar y así echarle algunas paletadas más de tierra. Los cuatro chicos de Yolanda, Urtasun, Bustunduy, Rego y Mónica García se centran en manipular el debate público sobre la cultura, los toros, la infancia y la sanidad. Los cuatro, enfermos de ideología, no han hecho la o con un canuto desde que fueron nombrados. Bueno, Rego, sí, que ha colocado a nuestro país al nivel de Bulgaria en pobreza infantil.
Hay una tercera e ignota vicepresidenta, Sara Aagesen, que sustituyó a Teresa Ribera. Pedro se la llevó esta semana pasada de atrezo a la Delegación de Valencia en su calidad de responsable de la Confederación del Júcar. El 29 de octubre hubiera hecho falta tanta diligencia por parte de su antecesora, que estaba preparándose el examen europeo mientras Valencia se anegaba. Tras las vicepresidentas destaca Félix Bolaños, encargado de la justicia, él que es su principal enemigo y despierta cada mañana con el objetivo de cargarse la separación de poderes y resucitar a Franco. Bolaños tiene tiempo para erizar calculadamente su testa gracias a un peluquero al que le dedicó un TikTok.
Después tenemos a Pilar Alegría, que solo vive para insultar al PP desde el Consejo de Ministros, propalar bulos y hacerse un cartel electoral en Aragón, donde se ha cargado al candidato de su enemigo Javier Lambán. Si bien la portavoz es también ministra de Educación, sobra decir que dedica cero minutos a ese cometido. Su antecesora en la portavocía, Isabel Rodríguez, no ha hecho nada a derechas para arreglar la vivienda. A lo sumo, ha adoptado las recetas comunistas de intervenir el mercado y acabar con la propiedad privada. Salvo con la suya.
No debemos olvidar a los Óscar. Ambos merecedores de recibir los galardones cinematográficos que llevan su nombre, porque realizan una magnífica interpretación como buenos sanchistas. Puente tuitea sin parar, pero sigue sin arreglar los trenes y ahora se siente estadista, porque Pablo Iglesias le señala a él y a Illa como posibles recambios de Sánchez. Y el segundo Óscar, López, no acierta con Muface mientras se prepara para arrearse un castañazo frente a Ayuso. En secreto, prepara su defensa en caso de que el juez le empure como emisario de mensajes a García Ortiz.
En esta lista de estajanovistas se halla Elma Saiz, la titular de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones. Incluir se ha incluido ella en las prebendas del Ministerio y la Seguridad Social y la emigración ya sabemos todos cómo van. Algo parecido le pasa a Ana Redondo, la ministra que sustituyó a Irene Montero y que solo ha destacado por los gritos que lanza en el Congreso y por, no solo no enderezar las cifras de violencia machista, sino empeorarlas.
En el grupo de socialistas convertidos en paracaidistas de Sánchez para recuperar poder territorial está Diana Morant, ministra de Ciencia y Universidades, ignota para el gran público si no fuera porque se dedica a despotricar contra Mazón a ver si pilla cacho electoral. Hereu, exalcalde de Barcelona, es la cuota del PSC mandado a Madrid para vegetar en Industria y Turismo. Como Ángel Víctor Torres lo es de la canaria, Comunidad a la que boicotea desde Madrid para perjudicar a su sucesor, Fernando Clavijo. En Política Territorial no hace nada, porque lo de beneficiar a Cataluña y el País Vasco es materia privativa de Sánchez. Así que sigue concentrado en ocultar a la opinión pública cuál fue su relación con Aldama y Koldo, las irregularidades en la compra de mascarillas y para qué usaba un piso en la calle Atocha que pagaba la trama.
Para terminar, tenemos a Luis Planas, ministro de Agricultura, Pesca y Alimentación, que es de los pocos centrado en su labor, aunque no siempre dé los frutos deseados en la defensa de nuestro sector primario. Cierran el pelotón dos jueces, Grande-Marlaska y Margarita Robles, callados como Belinda ante el acoso al que el Gobierno del que forman parte somete a la Justicia. Él, además, ha humillado a grandes profesionales del Ejército y de los cuerpos de Seguridad del Estado, por no hablar de su indigno comportamiento con las víctimas del terrorismo.
No todos lo son, pero tenemos un Ejecutivo plagado de zánganos. Son los nuevos liberados sindicales de la política española.