'Emilia Pérez', una basura moral y artística
A pesar de ser una película mediocre, Emilia Pérez triunfará en los Oscar. Porque en Hollywood ya no importa la calidad, ni la coherencia moral, ni el gusto del público. Lo único que importa es seguir aplaudiendo su burbuja ideológica
En unos días, se celebrará la gala de los Oscar y hay una clara favorita: Emilia Pérez. La película ha recibido 13 nominaciones, un número que la coloca en la élite de la historia de los premios, junto a algunas de las grandes obras maestras del cine. Tener tantas nominaciones haría pensar a cualquiera que estamos ante una película brillante, innovadora, una obra de arte en su máxima expresión. Pero no. Es una basura moral y artística. Es el enésimo producto de un Hollywood encerrado en su propia burbuja radical, donde ya no importa el arte ni la narrativa, sino el activismo ideológico.
Para quien no sepa de qué va Emilia Pérez, les hago un breve resumen: la historia sigue a un capo mexicano de la droga, un narco sanguinario, jefe del mayor cártel de México, que un día decide «convertirse» en mujer. Contacta a una abogada para que le ayude y, años después de ya «ser» mujer, decide retomar el contacto con sus hijos, a quienes abandonó, y trabajar para ayudar a localizar e identificar a los asesinados por los narcos (por él, vaya).
Empecemos por la crítica más obvia a la película: la lamentable apología que hace de la narrativa de género, una ideología anti-humanista, anti-verdad, anti-biología; un delirio destructivo y nocivo que, por desgracia, está llevándose por delante a una generación entera de jóvenes, especialmente niñas adolescentes.
Encima, la película tiene el descaro de insinuar que la violencia extrema del narco no es consecuencia de sus propias decisiones, sino del hecho de que nunca pudo expresarse como mujer. No hay responsabilidad personal si eres trans, ¿comprenden?, sino que hasta la violencia es consecuencia de presiones sociales.
Pero no es ya la propaganda trans que hace en sí misma, sino la arquitectura moral que subyace, los postulados morales que pretenden atribuir a la transexualidad. Emilia Pérez intenta vender la idea de que cambiar de sexo tiene un efecto redentor automático –un «reseteo», como dicen textualmente en la película. No hay un proceso de arrepentimiento por parte del protagonista, un asesino narco; simplemente, se somete a una cirugía y, por arte de magia, queda moralmente purificado. Sólo una vez ya «es» mujer, y ya nos lo presentan como bueno y renacido, sólo entonces, años después, intenta hacer algo por expiar sus pasados males (hacer lo mínimo, por cierto, que es identificar a muertos –nada de ayudar a las fuerzas del orden a acabar con los cárteles de la droga, aprovechando todo su conocimiento).
El mensaje que te intentan colar es claro: su transformación de género no es solo un cambio físico, sino ese «reseteo», una especie de bautismo progresista que le limpia de todo pecado. Como si el hecho de cortarse el pene convirtiera a un asesino en una buena persona. No importan las acciones, no importa el pasado, no importa la justicia. Lo único relevante es que una persona ha «encontrado su verdad» y, por ello, queda automáticamente eximida de cualquier responsabilidad y culpa. Pero lo que no se resetea, curiosamente, es la fortuna amasada con sangre y muerte. Los cientos de millones de dólares generados por el narcotráfico, la corrupción y la violencia se mantienen intactos y Emilia los sigue disfrutando. La culpa se borra, pero el dinero no.
La inmoralidad de la película no acaba ahí. Al comienzo, lo único que mínimamente redime al narco es que se le ve como un buen padre y marido. Pero el protagonista deja a su mujer y a su hijo, finge su muerte y desaparece para poder vivir como mujer. Y todo esto, en lugar de ser tratado como un acto de cobardía y egoísmo, se nos vende como un gesto valiente, como si esa supuesta autenticidad personal estuviera por encima de cualquier responsabilidad o compromiso con los demás. Es la mentalidad progresista en su máxima expresión: el verdadero bien moral es que cada cual viva feliz con su identidad, sin importar las repercusiones para con otros. Es gracioso que esta gente que ha pasado décadas criticando el supuesto «individualismo neoliberal» haya creado una moral donde lo único que importa es el yo, mí, me, conmigo…
Hay otros muchos elementos de la película criticables desde el punto de vista moral, pero no me quiero calentar más…
Y si el mensaje moral es deleznable, la parte artística no se queda atrás. Emilia Pérez es un auténtico tostón. Larga, con poco ritmo y, lo peor, es un musical con los peores números de la historia del cine. Todas las canciones son, simplemente, malas, y hay varias que dan verdadera vergüenza ajena.
Las actuaciones son también mediocres, salvo Zoe Saldaña en el papel de abogada. Lo de Selena Gómez intentando hablar español es un insulto. Y para rematar, Emilia Pérez es una película sobre México hecha por un director francés que retrata el país con todos los tópicos imaginables. El resultado es un pastiche absurdo que ha indignado a todo México.
A pesar de ser una película mediocre, Emilia Pérez triunfará en los Oscar. Porque en Hollywood ya no importa la calidad, ni la coherencia moral, ni el gusto del público. Lo único que importa es seguir aplaudiendo su burbuja ideológica.
El momento cumbre de la noche será cuando un hombre biológico gane el premio a mejor actriz. Karla Sofía Gascón, que así se hace llamar ahora el actor «convertido» en mujer (español, por cierto), es un hombre biológico que ha sido nominado en la categoría de mujeres. La ironía definitiva. Años de lucha feminista, hasta el punto de haber creado una categoría para mujeres en una disciplina donde no hay ninguna diferencia entre sexos, para que ahora un hombre se lleve el premio. Y las actrices, esas que llevan años reclamando más papeles y más oportunidades para mujeres, callarán, aplaudirán con entusiasmo, mientras el mundo entero observará el esperpento con incredulidad.
Lo único que puede descarrilar la victoria de Karla es que han resurgido algunos antiguos tweets suyos que no encajan con el dogma progre. Karla se atrevió a comentar—de manera bastante sensata, además—temas tabúes para la izquierda como el islam, la inmigración o las protestas raciales en Estados Unidos. Pero esta izquierda tan solo admite el sometimiento pleno a su credo, sin posibilidad de expiación ni perdón. No admiten la desviación de ni un solo de sus postulados, y a Karla le puede costar su Oscar esto de haber tenido… opiniones. Ni siquiera una persona trans, que es ahora el escalafón más alto en la interseccionalidad progre, se ve libre del test de pureza del 'wokismo' imperante. Confieso que ver a los 'wokes' devorarse a sí mismos es algo delicioso.
No vean Emilia Pérez. No compren los desviados postulados morales que nos quiere colar Hollywood disfrazados de mal arte.