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El ojo inquietoGonzalo Figar

El discurso que quisiera oír de Feijóo, Abascal, Ayuso o cualquier líder de la no izquierda

Nos han vendido una España pequeña y enfrentada, una España que no cree en sí misma, una España estatista y limitada

Actualizada 01:30

Españoles, ciudadanos:

España se merece algo mejor. Nuestro país necesita un cambio de rumbo. Durante demasiado tiempo ya, España parece vivir un letargo, una palpable decadencia no solo económica, sino social e institucional.

Durante este tiempo, ha triunfado una narrativa impuesta por la izquierda, los nacionalistas y otros grupos que viven de dividirnos. Nos han vendido una España pequeña y enfrentada, una España que no cree en sí misma, una España estatista y limitada. Han intentado convencernos de que nuestro país está irremediablemente fracturado, que el éxito es sospechoso, que la ambición es un defecto, que nuestra historia es una carga y que toda solución pasa por el Estado.

Esa visión ha dominado nuestro debate público, pero es una visión falsa y, lo que es peor, destructiva.

Nosotros, los que no formamos parte de esa coalición del odio, llevamos demasiado tiempo cometiendo un error: no hemos explicado suficientemente bien qué queremos para España. No hemos hecho el esfuerzo necesario por narrar nuestra idea de país, por articular una alternativa clara y convincente que convenza a los españoles de que otro país es posible y deseable.

Hoy me presento ante vosotros con la intención de corregir este error. Vengo a hablaros, con claridad, de la España que queremos, de la España que soñamos y que juntos podemos construir. Quiero invitarles a imaginar una España que crea en sí misma, una España de unidad y concordia, una España de libertad y oportunidades.

Señoras y señores;

España es un país extraordinario, un país que merece ser reconocido y valorado. Por muchos errores que hayamos cometido, tenemos en balance un pasado del que estar orgullosos, un legado que ha dejado su huella en el mundo. Somos una nación de hazañas, de aventuras, de descubrimientos. Somos la historia de grandes leyendas, artistas, pensadores e inventores. Somos la tierra de Isabel la Católica y Carlos V; del Cid y de Blas de Lezo; de Cervantes, Cela, Velázquez y Picasso; de Ramón y Cajal y Severo Ochoa; de Rafa Nadal y Teresa Perales.

Pero no solo debemos sentir orgullo por nuestro pasado; España, hoy en día, sigue siendo un país envidiable. Pese a nuestro reciente declive, seguimos siendo una de las grandes naciones del mundo, y una de las mayores economías. Somos una nación con una calidad de vida inigualable. Nuestra cultura, nuestra gastronomía y nuestro arte son reconocidos y admirados en todo el mundo. Cada año, no solo más extranjeros vienen a visitar nuestro país, sino que se mudan aquí en busca de un lugar especial. Y, lo más relevante de todo, en el conjunto de los españoles hay talento, carácter y capacidad de sobra para alcanzar cualquier meta.

España lo tiene todo para triunfar. España es un cohete, un país con el potencial de lograr alturas increíbles y convertirse en un referente mundial. Sin embargo, somos un cohete anclado a la tierra. Las cadenas del estatismo, del conformismo y de la división nos han mantenido atrapados en una mediocridad que no refleja lo que realmente somos ni lo que podemos llegar a ser.

Necesitamos un cambio profundo en nuestra mentalidad, en nuestras instituciones y en nuestra visión como país para liberar todo nuestro potencial y construir una España de oportunidades y bienestar para todos.

Españoles;

Romper las anclas que nos mantienen en tierra, construir la España que queremos requiere rescatar principios que parecen haber sido olvidados. España puede volar si recuperamos el valor de la unidad, la libertad y la responsabilidad.

La unidad es mucho más que un concepto territorial o político. Es la base de una sociedad cohesionada y orientada hacia un objetivo común. Durante demasiado tiempo, hemos permitido que se nos divida: entre regiones, entre ideologías, entre colectivos; entre cualquier grupo que a la coalición del odio le interesase, para dividir y lastrar a los españoles.

Es hora de abandonar estas peleas estériles, estos enfrentamientos inútiles que no hacen más que debilitarnos, que solo desgastan nuestra sociedad y frenan nuestro potencial.

La unidad no significa uniformidad. Valoramos y celebramos la pluralidad. La unidad es algo mucho más esencial: es saber que, a pesar de nuestras discrepancias, compartimos el deseo de construir una sociedad más libre, más próspera, con más oportunidades y más justa para todos. La unidad significa sumar, no restar. La unidad no es evitar debates, sino orientarlos hacia ese objetivo mayor.

La libertad, por su parte, debe ser principio, fin y medio. La libertad es el fundamento de todo lo demás. La libertad es un valor central, solo superado por el valor de la vida y de la verdad.

La libertad como principio es la libertad de ser; la libertad para pensar, para decidir, para elegir —para ser ciudadano, en definitiva—. Sin libertad, no hay individuo, y sin individuos libres, no puede haber sociedad.

La libertad es la base de cualquier proyecto de vida; es lo que nos permite ser dueños de nuestro destino. Queremos una España sin trabas ni impedimentos, ni estatales, ni de ningún tipo, para emprender proyectos, elegir estilos de vida, para educar a nuestros hijos y para vivir conforme a nuestros valores.

Pero la libertad también es un medio para lograr otras metas. No es casualidad que las sociedades más prósperas sean también las más libres. No es casualidad que las sociedades más creativas sean las que respetan la libertad de pensamiento y acción. Y no es casualidad que las sociedades más justas sean aquellas donde la libertad permite a los individuos intentar alcanzar sus máximas aspiraciones personales.

Ahora bien, la unidad sin responsabilidad no existe; y la libertad sin responsabilidad es vicio. Por eso, la responsabilidad es el tercer pilar de la España que queremos. Debemos aceptar que ser verdaderamente libres y unidos implica asumir nuestras obligaciones como individuos y como sociedad.

La responsabilidad, en primer lugar, implica aceptar que nuestro futuro está, principalmente, en nuestras propias manos. Son nuestras decisiones, tanto las grandes como las pequeñas, las diarias y las vitales, las que definirán nuestro camino. Es nuestro esfuerzo, nuestro talento y nuestro carácter lo que marcará la diferencia.

Porque la España que queremos es aquella donde el ascensor social funcione de verdad, donde el esfuerzo y el mérito sean los motores que impulsen a cada persona hacia sus metas. Queremos soñar con que cada español puede, de verdad, aspirar a construir una vida mejor para sí mismo y para su familia.

Pero la responsabilidad no se limita a uno mismo; también incluye a los demás. Somos responsables de nuestro prójimo, de nuestra familia, nuestro entorno, de nuestra comunidad y de nuestro país.

No podemos seguir subcontratando todas nuestras obligaciones al Estado. No podemos esperar que el gobierno o cualquier otro actor externo lo arregle todo. Es nuestra responsabilidad, de cada uno de nosotros, cuidar de quienes nos rodean, contribuir al bienestar de nuestra sociedad y esforzarnos por hacer de nuestro entorno un lugar mejor.

Señoras y señores;

La España que soñamos, basada en la unidad, libertad y responsabilidad, se tiene que traducir en unas aspiraciones concretas. Hoy quiero decirles a qué aspiramos a convertir a España, cuando tengamos el honor de llegar al gobierno. Son aspiraciones ambiciosas, porque nuestro gran país no tiene que conformarse con poco, sino soñar con lo máximo.

Nuestra primera aspiración es económica: queremos convertir a España en una de las economías más libres y dinámicas del mundo; y queremos ser al país fiscalmente más atractivo de Europa.

Queremos una economía que respete, fomente y facilite la creación de riqueza y empleo, eliminando las trabas burocráticas, reduciendo regulaciones innecesarias y agilizando procesos. España tiene que ser un país donde emprender no sea una hazaña heroica, sino un camino natural; donde crear una empresa, desarrollar una tecnología o lanzar un proyecto sean vistos como contribuciones esenciales a la sociedad, no como sospechas de beneficio personal.

Nosotros, los políticos, no deberíamos tener tanto poder ni tanta influencia en el devenir de las empresas. Hemos sobrepasado el límite lógico de regulación y supervisión hasta convertirnos en una lacra. El BOE no debería nunca ser el factor decisivo para que a una compañía o un sector les vaya bien o mal.

Para lograrlo, debemos redefinir la relación entre el Estado y los ciudadanos. España necesita, de manera urgente, una revolución fiscal. No podemos seguir siendo un Estado extractivo que ahoga a empresas y familias con impuestos desproporcionados, paralizando nuestra capacidad de crecer y prosperar.

Los recursos deben quedar en manos de quienes los generan: las familias, los emprendedores, las empresas. Ellos son quienes invierten, innovan y construyen el futuro de nuestro país. Una España fiscalmente atractiva no solo retiene el talento y la iniciativa, sino que se convierte en un imán para la inversión global y el desarrollo. La revolución fiscal será un detonante de progreso.

Nuestra segunda aspiración es institucional: queremos tener la Administración Pública más ágil y eficiente de Europa. Necesitamos un Estado limitado, que haga pocas cosas, pero las haga muy bien, en lugar de un Gran Estado que hace todo mal o a medias, y que solo se preocupa de alimentarse a sí mismo. Necesitamos un Estado pequeño, eficiente, focalizado, y no un elefante inamovible, lento y que no rinde cuentas a nadie.

Es urgente simplificar trámites, reducir duplicidades y acabar con organismos redundantes que no aportan valor. La administración debe modernizarse, digitalizarse y volverse accesible, para que interactuar con el Estado sea rápido, eficiente y, por qué no, hasta satisfactorio.

Queremos una administración austera, profesional y orientada al ciudadano, donde cada euro invertido tenga un impacto tangible en mejorar la vida de las personas. Una administración que inspire confianza porque es transparente, eficaz y está al servicio de todos, no de unos pocos. La España que queremos no necesita más Estado, necesita un mejor Estado.

Nuestra tercera aspiración es social: queremos una sociedad dinámica, pujante y responsable, una sociedad donde la actividad de sus ciudadanos sea el motor del progreso. Frente a la idea de un Estado omnipresente que todo lo controla, creemos en el poder de la sociedad civil, en la iniciativa de las personas para transformar su entorno, para innovar, para construir comunidades fuertes y solidarias.

En el centro de esta sociedad está la familia, la institución más importante que existe. La familia no es solo un núcleo de convivencia; es la base desde la cual se transmiten valores, se construye carácter y se asegura la estabilidad de nuestra sociedad. Debemos proteger y fortalecer a las familias españolas, facilitando la conciliación, promoviendo la natalidad y asegurando que puedan prosperar en un entorno acogedor.

Nuestra cuarta aspiración es garantizar un marco de seguridad y cohesión que permita que todo lo anterior ocurra de manera natural. Queremos un país de la ley, donde quien la hace, la paga, sin excepciones ni privilegios, porque la justicia y el orden son el cimiento de una sociedad libre y próspera.

Y queremos una España cohesionada, donde todos los que viven aquí, incluidos aquellos que llegan buscando una nueva oportunidad, se integren plenamente en nuestra sociedad, respetando nuestras normas, valores y tradiciones. Apostamos por una inmigración controlada, manejable y enfocada en atraer talento y aportar valor, asegurando que quienes vienen lo hagan para construir, no para dividir. Seguridad y cohesión no son límites; son las bases que hacen posible una nación dinámica, libre y unida.

Queridos compatriotas;

Esta es la España que queremos. La España del orgullo, de nuestro legado histórico, pero, más aún, orgullo de lo que somos hoy en día: un país extraordinario, envidiable. La España que queremos se basa en la unidad, en la libertad y en la responsabilidad. Toda acción de nuestro futuro gobierno se anclará en estos 3 principios.

La España que queremos es la de una economía libre, pujante, que haga que el ascensor social funcione de verdad. Queremos una España con una Administración eficaz, controlada, que no ahogue a los ciudadanos en impuestos extractivos. Queremos una España social, dinámica, con la familia en el centro. Y queremos una España segura, cohesionada e integrada.

Esta España es posible. No se dejen engañar por los relatos pesimistas y divisivos que algunos les quieren imponer, en beneficio propio. Esta España es posible y la vamos a construir entre todos.

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