Mida sus niveles de Esperanza
Puede que la ocasión de un Jubileo de la Esperanza – este del 2025 - sea una ocasión pintiparada para que usted mida sus niveles de Esperanza. Ya por lo pronto este chequeo espiritual puede hacerle despertar al zumbido de ciertas alarmas o a la seriedad de ciertos síntomas por los que «el pecado contra la esperanza» es el más preciado de «los elixires del demonio», «su ambrosía» (Bernanos en Diario de un cura rural).
Los alarmantes medidores de la ausencia de esperanza se suelen camuflar bajo la forma no de «una carencia de ánimo» sino de una clara «diligencia» en un «desmesurado y excesivo» ensimismamiento en el trabajo y otras ocupaciones. Recuerde que el móvil, las redes sociales o la televisión suelen producir un fuerte graneado que lleva a la dispersión: estar en casi todo y no estar en casi nada. Por otro lado, decir que la afección va unida a un no «proponerse la empresa grande propia de la naturaleza del cristiano» (el diagnóstico es de Pieper).
El anémico en esperanza reza muy poco. Y si lo hace en clara tendencia a la baja, entenderá usted esa oración como una huida y una retirada a un «rincón privado de la propia felicidad». Conviene que no se engañe: la oración verdadera purifica y vacuna contra «la pequeña esperanza equivocada que lo aleja de Dios» (Benedicto XVI en Spe salvi). Intente ejercitarse con pensamientos como este de J. H. Newman: -«¿Conoces esa sensación de esperar a un amigo, esperar que llegue, y ver que se retrasa? ¿Sabes lo que es encontrarte en compañía de alguien desagradable y desear que pase el tiempo y suene la hora de quedar libre? ¿Sabes lo que es esa ansiedad de que ocurra algo que puede o no ocurrir, o estar en suspenso acerca de algún acontecimiento importante que hace que el corazón se te acelere cuando alguien lo nombra – esas cosas que se te vienen a la Cabeza nada más levantarte -? ¿Sabes lo que es tener a un amigo en un país extranjero, esperar noticias suyas, imaginar un día y otro lo que estará haciendo en este momento, pensar si se encuentra bien? ¿Sabes lo que es vivir pendiente de una persona cercana con tal intensidad que tus ojos siguen sus ojos, que lees en su alma, que le ves todos los cambios de cara, que te das cuenta de todos sus deseos, que sonríes cuando él sonríe y te pones triste cuando él se pone triste, y sus fracasos te abruman y sus éxitos te regocijan? Vigilar la llegada de Cristo es una disposición, un sentimiento parecido a estos, en la medida en que los sentimientos de este mundo pueden reflejar los del otro».
Si sus niveles de esperanza están en lo razonable experimentará en primer lugar el vigor propio de la magnanimidad. Esta es básicamente «la tensión del ánimo hacia la grandes cosas». «Tiene magnanimidad el que se exige lo grande y se dignifica con ello»; de ahí que «la grandeza de ánimo» sea «el ornato de todas las virtudes». Además de que la magnanimidad se muestra en lo simple y cotidiano. Se trata de no tener límites para lo grande, para lo mejor y más bello, pero al mismo tiempo concentrados en lo pequeño, en la entrega de hoy (cf. Francisco en Gaudete et Exsultate). Por otro lado, paradójicamente, percibirá la estabilidad de la humildad; de esa misma humildad que es «la dignidad propia del hombre ante Dios» (Gertrudis von Le Fort).
Si su buena salud es identificable con su juventud recuerde que «la figura del joven es el símbolo eterno de la esperanza, lo mismo que lo es de la grandeza de ánimo». Ya se sabe que «la juventud tiene mucho de futuro y poco de pasado» por eso, precisamente, «Dios es más joven que todos».
Obviamente, cuídese frente al virus de la desesperación. Se da la paradoja de que en esperanza y desesperación se repite el fenómeno del «anhelo». La complicación surgirá cuando usted, en la desesperación, niegue a fin de cuentas su propio anhelo, que es indestructible como usted mismo. Recuerde que «no es tanto el pecado como la desesperación lo que nos precipita en la perdición» (San Juan Crisóstomo). En la raíz de la desesperación está en muchas ocasiones «una vagabunda inquietud del espíritu», «la evagatio mentis». El cuadro médico es el siguiente: «huida de la existencia humana de sí misma, charlatanería, curiosidad como estar ocupado en las posibilidades de entregarse al mundo, no parar, dispersión, falta de reposo» (Pieper).
Más difícil de detectar es otro de los síntomas de sus bajos niveles de esperanza: la presumptio (lo antiguos lo denominaban también «anticipación»). No es ni más ni menos que el orgullo que abre una vía para que puedan transitar a su antojo «dos formas dialécticamente contrapuestas de la falta de esperanza y la presunción». Para colmo suele presentarse bajo la apariencia de «moralismo» (presunción pelagiana) o «la confianza presuntuosa en la misericordia divina» (Nuevamente Pieper).
Ya por ultimo recuerde aquello del «Súper Ratón»: «No olviden supervitaminarse y mineralizarse». Recuerde que «la virtud no es la mansa moderación y probidad del burgués, sino la culminación del ser de la persona humana […] es la plenitud del poder ser humano».