Fundado en 1910
VertebralMariona Gumpert

España, país de patriotas fiscales

Alemania y el Reino Unido se quedan con los médicos españoles. España, con los trabajadores que emigran de otros lugares. Cada país ficha a los mejores que puede permitirse, y el resto sobrevive como puede

Actualizada 01:30

En la charcutería de mi barrio, un cliente se acerca al mostrador y pregunta el precio del jamón. Pero no del kilo, no de los cien gramos. Del gramo. La dependienta no disimula la cara de sorpresa. Él tampoco. Quiere saber si puede permitírselo.

España se ha convertido en un lugar donde la gente pregunta por el jamón como si fuera oro. Donde llenar la cesta del supermercado se siente como una partida de póker con cartas marcadas. Todo está más caro. Lo único que no sube son los sueldos, que siguen en coma mientras la inflación trepa como el mercurio en un termómetro roto.

Pero no pasa nada, porque aquí nos han enseñado que pagar impuestos es la máxima expresión del patriotismo. Nos dicen que es un deber sagrado. Un gesto hermoso. Casi tanto como cuando ves el desglose de tu nómina y descubres que el 50% de tu salario ha desaparecido en una nebulosa burocrática.

Nos venden la imagen de un Estado generoso, que dedica cada céntimo a curar niños con cáncer. Después llamas a la Seguridad Social para pedir cita y te la dan para dentro de once meses. Pedir cita médica es como reservar mesa en un restaurante de moda: si no llamaste con meses de antelación, mejor búscate otro sitio. Y en eso anda mucha gente, con el inconveniente de que todo el mundo parece haber tenido la misma idea y la sanidad privada anda colapsada también.

Mientras tanto, nuestros médicos y enfermeros se marchan. En 2023, más de 1.200 facultativos hicieron las maletas. España: el único país donde un médico con máster cobra menos que un camarero en Ibiza. Primero les aplaudimos, luego les dimos contratos temporales y ahora los vemos marcharse. A este ritmo, los próximos sanitarios que nos queden serán los tutoriales de YouTube sobre cómo coser una herida.

En Alemania, por otro lado, han empezado a lanzar vídeos extraños en redes. En pantalla aparece una sala de urgencias con su personal sanitario al completo. Después, la misma imagen, pero sin los trabajadores que no han nacido en Alemania: la sala se queda casi vacía. El mismo esquema hacen con vídeos grabados en colegios o servicios sociales. El mensaje es claro: sin inmigración, el sistema colapsa.

Se vende como una defensa de la diversidad pero en el fondo es una confesión. Alemania tiene un problema: cada vez necesita más gente, pero cada vez tiene menos alemanes. No es que sus ciudadanos hayan dejado de querer ser médicos o profesores, es que cada vez hay menos ciudadanos. Así que hacen lo lógico: reclutar talento en el extranjero.

El mundo funciona así. No es una lotería, es una selección. Alemania y el Reino Unido se quedan con los médicos españoles. España, con los trabajadores que emigran de otros lugares. Cada país ficha a los mejores que puede permitirse, y el resto sobrevive como puede. La nueva aristocracia ya no se concentra en grandes propiedades sino en los países con mejores salarios.

El problema es que nadie se pregunta qué pasará dentro de veinte años. ¿Vamos a resignarnos a ver a nuestros hijos en vacaciones y en videollamadas? ¿Vamos a vivir separados de ellos como nos pasa ya a muchos de los nacidos en los 80?

Eso sí, que no decaiga el entusiasmo fiscal. ¡Paguemos sin quejarnos! Aplaudamos cada subida de impuestos como un acto de fe, sin plantearnos cómo sostendremos un país donde ya no quede nadie por quien levantarse cada día.

Al final, el nuevo patriotismo no es construir un país próspero para que la gente pueda quedarse. El nuevo patriotismo es quejarse de los que se van mientras nos vacían la cartera.

comentarios
tracking