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HorizonteRamón Pérez-Maura

Trump: deshacer lo que funciona

Desde el 2 de abril de 2025, está menos claro que se pueda creer en la palabra de los Estados Unidos. Ya ni en los tratados que firma el propio Trump, porque acaba de volar el de libre comercio con México y Canadá que él mismo firmó en su anterior mandato y entró en vigor el 1 de julio de 2020

Actualizada 01:30

Después de la Segunda Guerra Mundial se estableció un nuevo orden internacional que bajo el liderazgo de los Estados Unidos de América promovió el libre comercio en casi todas las partes del mundo que lo practicaron. Y en ese contexto a Estados Unidos le ha ido muy bien generando de manera casi sostenida aproximadamente el 25 por ciento del PIB global. Pero Trump ha decidido acabar con este sistema que funciona razonablemente bien. Volvemos a una era de proteccionismo comercial. Hay que redefinir el comercio en el mundo entero.

Es más que probable que el coste en pérdida de influencia sea muy alto para Estados Unidos. Trump parece creer que la fuerza de la economía norteamericana y el poder de sus Ejércitos son suficientes para imponer su visión de la economía. Pero para seguir liderando el mundo hay otros factores que también son relevantes. Desde el 2 de abril de 2025, está menos claro que se pueda creer en la palabra de los Estados Unidos. Ya ni en los tratados que firma el propio Trump, porque acaba de volar el de libre comercio con México y Canadá que él mismo firmó en su anterior mandato y entró en vigor el 1 de julio de 2020.

Sin duda la mejor manera de mitigar el daño que va a causar esta guerra arancelaria que ha desatado Trump es intentar negociar en lugar de limitarse a actuar con reciprocidad, como anunciaron ayer Canadá y Macron, lo que llevará a disminuir el comercio global y a una recesión. Contra lo que Trump cree su deber de frenar el libre comercio, lo que va a hacer es recortar la competitividad de los Estados Unidos. Los aranceles, que no son más que una modalidad de impuestos, reducen la competitividad y por tanto la necesidad de innovar, lo que, como recordaba The Wall Street Journal en su editorial de ayer, «es la historia de las industrias norteamericanas del acero y del automóvil en las décadas de 1950 y 1960 antes de que la competitividad global expusiera sus deficiencias». Les pillaron con el paso cambiado.

Uno de los problemas que le va a surgir a Estados Unidos es que, aunque ellos ya no crean en la libertad de mercado, la inmensa mayoría del planeta sigue teniendo fe en ella. Hasta el Partido Comunista de China. Así que es perfectamente presumible que empecemos a ver otros acuerdos entre diferentes protagonistas y curiosamente es más que probable que el gran beneficiado sea esa misma China que tiene una gran oportunidad para atraer comercialmente a los que hasta ahora eran los socios preferenciales de Estados Unidos, tanto los de la región como Japón y Corea del Sur, como los europeos.

Por cierto, uno de los datos más relevantes del listado de países y territorios a los que se va a imponer aranceles por parte Estados Unidos es que han sometido a estos impuestos hasta a las islas Heard y McDonald, un archipiélago autónomo de Australia, habitado tan solo por focas y pingüinos. Pero a quien no se los han puesto es a la inmensa Rusia de Putin. Ojo al dato.

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