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Perro come perroAntonio R. Naranjo

Qué malo es Trump, no como Sánchez y Von der Leyen

No se puede apoyar a Washington, pero menos a Bruselas o a Moncloa

Actualizada 01:30

La suficiencia europea, que es una versión de esa superior autoridad moral que se adjudica a sí misma la izquierdita arrogante actual, le lleva a solventar todos los percances de la vida, incluso los más delicados, con una caricatura despectiva, un brochazo de frases hechas y descripciones insultantes que apenas sirven de desahogo: Putin es un loco, Trump un descerebrado y el que se mueva de la foto de la Agenda 2030, por ejemplo, un negacionista de los múltiples apocalipsis que nos acechan: el energético, el climático, el bélico, el alimentario y, juntándolos a todos ellos, el de la utraderecha.

No es tan distinto el mensaje de Bruselas al de Sánchez, aunque éste siempre lo multiplica por cinco, para que hagan ustedes mentalmente la rima, y lo envuelve con aforismos domésticos de inspiración guerracivilista, que el peligro de Franco está ahí y un buen demócrata no debe bajar la guardia.

Presentadas así las cosas, pareciera que todo conflicto solo puede resolverse en una escala bicolor, o blanco o negro, resumiendo siempre asuntos para adultos con respuestas infantiles que facilitan la vida a sus promotores pero agrandan los problemas que dicen atender, utilizados a menudo como excusas para prolongar políticas fiscales, regulatorias y civiles simplemente dantescas.

Trump es malo para Europa, sin duda, y nadie con dos dedos de frente y medio litro de patriotismo corriendo por sus venas puede defender que, de un día para otro, le vaya a costar el doble exportar a América a empresas españolas ya asaltadas previamente por los Gobiernos de Madrid y de Bruselas.

Pero es bueno, o eso intenta, para los Estados Unidos, que es donde le votan: aunque existen serios indicios de que sus medidas arancelarias son estúpidas también para sus compatriotas si de verdad se aplican definitivamente, al nacer de ese impulso autárquico que nunca ha funcionado en ningún lugar del mundo en ningún momento de la historia; tienen la virtud de darle a América la posibilidad de abaratar y mejorar sus exportaciones, que es el final del camino negociador si Trump no es un loco y Europa tiene algo de sesera.

Ésa es la excusa, y quizá la estrategia, de Washington, que ya ha demostrado que entre la magnitud de sus anuncios y la ejecución de los mismos siempre hay un trecho que acaba apaciguando todo si logra de terceros las concesiones que reclama.

No se puede decir lo mismo de Bruselas ni del Gobierno de España, que ponen el grito en el cielo por las medidas trumpistas mientras perpetran otras peores con la pasividad de un frío psicópata: los aranceles americanos, que son terribles y probablemente atienden a una larga guerra geoestratégica con China por la hegemonía mundial en la que el resto somos unos pagafantas, parecen un juego de niños al lado de los que Europa pone a sus sectores productivos, trufados de un impulso regulatorio que protege a los ponis y abandona a los seres humanos.

Y un pellizco de monja al lado de los de Sánchez, que ha convertido a España en un infierno fiscal para, con los beneficios del atraco, sostener un modelo de Estado asistencial que fabrica falsos vulnerables, a costa del sudor ajeno, a cambio de que acepten transformarse en votantes.

Los españoles pagan hoy 140.000 millones más que en 2018 gracias al centenar de subidas de impuestos; más del 50% de sus ingresos acaban en el cajón de María Jesús Montero; los costes laborales han crecido un 44% y el tipo medio del IRPF, entre otras atrocidades confiscatorias, ha pasado del 12.1% al 14.4%, arrasando con todo ello a las clases medias trabajadoras, al pequeño empresario y al autónomo: mientras en casi toda Europa el poder adquisitivo ha subido hasta extremos históricos, en España ha menguado al invalidar las subidas salariales con el encarecimiento de los precios y una política fiscal propia de bandoleros.

Lo de Trump no tiene un pase, aunque esté cargado de una lógica interna que solo entienden los americanos, pero lo de Sánchez, Von der Leyen y compañía es de juzgado de guardia. Aquí no se salva nadie, pero solo los nuestros tenían obligación de salvarnos y, en realidad son los primeros siempre en arrimarnos al precipicio.

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