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Perro come perroAntonio R. Naranjo

Puigdemont y Otegi

La pareja que gobierna España ya no disimula que tiene en Sánchez a un simple mayordomo

Actualizada 01:30

No nos hemos detenido lo suficiente en una foto de la vergüenza que, entre el bochorno convertido en norma de Sánchez, no ha tenido la trascendencia que merecía: la de Puigdemont y Otegi besuqueándose en Waterloo, capital política oficiosa de la España sanchista.

Ninguno de los dos usó el mismo pinganillo que le han impuesto al Congreso y el Senado para que, cuando intervienen españoles de Cataluña o el País Vasco con un perfecto dominio del español, obliguen a traducir simultáneamente, con un coste que con un poco más daría para financiar la ley de asistencia a los enfermos de ELA.

Así que hemos de concluir que no se hablaron ni en catalán ni en vascuence y utilizaron esa lengua que luego persiguen en sus comunidades y censuran en el resto en las instituciones del Estado, con la complicidad ovina del Gobierno, que también le ha pedido a Europa que la haga oficial de todo el continente.

Lo relevante, en todo caso, no es que semejante Dúo Dinámico practique lo mismo que le prohíbe al resto y se trasladen sus respectivos planes siniestros en la lengua que amputan a los niños en sus escuelas, sino que ambos deciden quién, cómo y para qué gobierna en España, haciendo de Sánchez un vulgar Petain de la Francia ocupada por los alemanes.

Que se reunieran coincidiendo con el debate en el Congreso sobre el gasto militar y en las vísperas del viaje de Sánchez a París para decidir el papel de España en los próximos lustros, añade un mensaje demoledor al que ya tiene la simple estampa: vosotros hablad allí en el Parlamento de lo que queráis, niños, que todo se decide aquí, en un encuentro entre un etarra y un golpista.

La humillación que supone la certeza de que la parejita, que evoluciona a trío con Junqueras a efectos de extorsión, tenga más peso en el rumbo de España que el Parlamento y los votos de los españoles, tiene al menos una virtud, que hasta los sanchistas más cafeteros tendrán que reconocer, aunque sea a regañadientes.

Permite visualizar la naturaleza de la «mayoría social» a la que apela Sánchez, con una mentira germinal de su mandato, para justificar su enésimo asalto espurio al poder: esa «mayoría» la componen el líder de un partido hegemónico en Bildu, de nombre Sortu, que tiene en su dirección al último jefe de ETA. Y la completan un supremacista fugado, que expulsa a menas de Cataluña y levanta fronteras ficticias, y un condenado por sedición que se espera su momento para volver a las barricadas con mejores armas.

La estafa de soportar a un presidente que ignora al Poder Ejecutivo, desprecia al Poder Judicial y está en la Moncloa sin el plácet de las urnas, se redondea así con la exhibición impúdica de quienes lo han hecho posible, cada vez menos tímidos en la ostentación de su poder.

Han perdido el pudor a exigir la liberación de etarras, la imposición legal de su supremacismo, el progreso sin prisas, pero sin pausas de la creación de minestados independientes, la imposición del privilegio fiscal y la sumisión de la decencia, el orden constitucional y el principio de igualdad, a sabiendas de que en la Moncloa tienen a un mayordomo servicial en lugar de a un carcelero insobornable.

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