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HorizonteRamón Pérez-Maura

La cascada de disparates de Montero

España tiene una sanidad pública que es la envidia del mundo. Pero ¿por qué son tan poderosos y tienen tanta implantación los seguros médicos en nuestro país si tenemos una sanidad pública tan buena y una cobertura prácticamente universal por parte de la Seguridad Social?

Actualizada 01:30

En su reiterado afán de acosar a la sanidad privada la vicepresidente primera del Gobierno, no ha tenido mejor idea que decir una supina estupidez: que duda que profesores o médicos de la sanidad privada tengan «garantías para ponernos en sus manos». Así, genéricamente, los titulados que practican la medicina en centros privados son peores profesionales que los de la pública. Eso tiene tanto fundamento como la afirmación mitinera de que el testimonio de una mujer joven estaba por encima de la presunción de inocencia (de un hombre, claro).

Los disparates de Montero empiezan a ser cascada. En este caso de los hospitales privados está claro que no dedica ni un minuto a pensar lo que dice y que su sectarismo de extrema izquierda está por encima de cualquier raciocinio. Qué viejuno es lo de que lo público siempre es mejor que lo privado. Yo admito que uso la sanidad pública muy poco. Aunque soy diabético desde hace casi 40 años no he recurrido a la Seguridad Social hasta hace muy pocos años. Y la causa principal para hacerlo era la creciente limitación a la adquisición de medicamentos sin receta. Tener, como tenemos en la seguridad social una tarjeta con todos los medicamentos que debes tomar de forma pautada e indefinida es un lujo.

Dicho lo cual, si yo tengo un problema de salud o un accidente, casi sin excepción acudo a la sanidad privada porque es mucho más fácil acceder rápido al médico de mi elección. En la sanidad pública, si el médico que yo quisiera está en un hospital que no es el mío de cabecera, el acceso es casi imposible. Y por cierto, es bastante común —o quizá haya que decir que era bastante común— que muchos de esos grandes profesionales atendieran por la tarde en consultas privadas, lo que, según Montero, les debía convertir automáticamente en mucho peores médicos.

España tiene una sanidad pública que es la envidia del mundo. Pero ¿por qué son tan poderosos y tienen tanta implantación los seguros médicos en nuestro país si tenemos una sanidad pública tan buena y una cobertura prácticamente universal por parte de la Seguridad Social? Pues simplemente porque sigue habiendo muchísimos españoles que prefieren ser atendidos en la sanidad privada. Si no, no se gastarían tanto dinero.

Uno de los centros médicos punteros del sector privado es la Clínica Universidad de Navarra. Esta clínica (entonces Clínica Universitaria) tuvo su salto a la fama internacional en 1993, cuando pasó allí sus últimos meses de vida el Conde de Barcelona, padre de S.M. el Rey. Y fue allí donde murió porque tenían el mejor equipo del mundo en la especialidad de otorrino, que dirigía el Dr. Rafael García-Tapia. Y eso era y es hoy compatible con tener también una excelente sanidad pública. Y que cada uno vaya a que le atienda quien quiera o quien pueda.

Pero lo más abracadabrante de esta disparatada afirmación de la vicepresidente Montero es que los médicos de la Sanidad Pública y de la privada tienen exactamente el mismo requisito imprescindible para ejercer su profesión: aprobar el MIR, una de las oposiciones más duras que hay que es exactamente igual para los que salen de las facultades privadas y para los que han estudiado en la pública. Y muchos de las universidades privadas acaban en hospitales públicos y viceversa.

Creo, ministra, que le convendría pasarse por su centro de salud a ver si le recetan una dosis de centramina. De nada.

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