El sepulcro vacío
Toda la fe se resume en esto: Cristo ha resucitado y, con él, podemos resucitar todos los hombres a una vida eterna
El fundamento de nuestra fe cristiana no es ni un pesebre ni una cruz, sino un sepulcro vacío. El cristianismo consiste en la fe en Jesús de Nazaret y en la creencia en que resucitó. Si Cristo no ha resucitado el cristianismo es poco más que loable palabrería. Toda la fe se resume en esto: Cristo ha resucitado y, con él, podemos resucitar todos los hombres a una vida eterna, inmortal. Muchas tradiciones religiosas y filosóficas han creído en la inmortalidad del alma, pero solo la Biblia promete una resurrección del hombre completo, por tanto, también del cuerpo.
El cristianismo es una religión, un mensaje de salvación, y no una doctrina o una teoría filosófica o moral que haya que demostrar. Es un acto de fe, una decisión personal. Cristo dijo que era Dios y, por lo tanto, la Verdad, y dio muestras, pero no pruebas, de esa condición. Nos dejó un desafío que a toda persona concierne: o es cierto o no lo es. Pero nadie puede suspender el juicio. Es una decisión personal en la que se juega toda la existencia. Tal vez se pueda demostrar que Dios existe, pero no que Cristo sea Dios. Es un acto de fe y, en definitiva, de amor. Pero también un acto de conocimiento. En sus memorias, el director de cine Andréi Tarkovski escribió: «En definitiva, para mí lo más importante es este símbolo de la cruz, que no hay que comprender, sino simplemente sentir, creer, ante todo creer… Estamos crucificados en una sola superficie, pero el mundo es multidimensional. Nosotros lo sentimos y sufrimos por no poder conocer la verdad… ¡Pero no hay que conocerla! Hay que amar. Y creer. La fe es el conocimiento por el amor».
Pero esto no significa que la razón y la filosofía queden excluidas. El cristianismo nació, vive y siempre ha vivido en un mundo no cristiano, incluso cuando dominaba la Cristiandad en Europa. El cristianismo es la vida del espíritu y, por ello, es opuesto al mundo. Tiene que dar cuenta y razón de sí mismo. Y, especialmente, tiene que dialogar hoy con la ilustración laicista que, en definitiva, es su hija rebelde, pero con la que coincide en muchas cosas. La modernidad es fruto tardío del Dios cristiano y, sin Él, no habría sido posible. Un solo ejemplo entre muchos: la libertad política, la democracia liberal, la igualdad, la separación entre la Iglesia y el Estado y la idea de los derechos del hombre proceden del cristianismo. Por otra parte, Dios es razón y el cristianismo, la religión del logos. La actitud hostil a la razón no puede ser una actitud cristiana.
El diálogo es, por el contrario, inútil y contraproducente con la versión extraviada, enloquecida y fanática de la modernidad antiilustrada. Ante quienes aspiran a destruir el cristianismo y defender la falsedad y el mal, el diálogo es imposible. Solo cabe la oposición radical y la adopción de lo que cabría calificar como la actitud profética.
La verdadera misión del intelectual consiste en oponerse a la opinión pública y denunciar sus errores. Quien busca complacer y halagar a la opinión dominante no es un intelectual. Ortega propuso dos ejemplos: el profeta de Israel y el filósofo griego. En este sentido, cabrían tres misiones posibles del intelectual cristiano. La primera sería la exposición razonada del contenido de la fe. La segunda, el diálogo con la ilustración. Y la tercera, la denuncia profética contra el mal y el error. De no distinguir entre estas tres misiones se derivan errores e incomprensiones. Y acaso necesitemos hoy más a Isaías que a santo Tomás de Aquino. Quizá todo esto aporte también alguna luz al debate entre el intelectualismo y el fideísmo cristianos.
Se lamenta que los intelectuales católicos no dejen oír su voz en los actuales debates públicos. Para empezar, habría que precisar cuáles son esos debates y dónde se dirimen. Incluso cabría definir qué es un intelectual católico. El cristiano proclama su fe, cree en Cristo y lo sigue. Hay filósofos cristianos, pero no creo que haya una filosofía cristiana, más allá de la filosofía pensada por cristianos. Con un punto de exageración, tampoco hay una medicina o una química cristianas, sino médicos y químicos cristianos. Pero la fe no hace superflua a la filosofía, que es la más alta creación del hombre. Son distintas. Es evidente que Platón está mucho más cerca del cristianismo que Engels, pero eso no significa que el platonismo sea una filosofía cristiana. Si el ejemplo es Cristo, Él no entraba en debates públicos, sino que proclamaba la voluntad del Padre y la llegada del Reino de Dios. Algo que tiene muy poco que ver con la filosofía. La clave reside en el sepulcro vacío.