Cartas al director
La ley de memoria
Los que no pueden recordar el pasado están condenados a repetirlo. Cuando llego Adolfo Suárez a la presidencia montó la tercera restauración con los mismos papeles de la segunda. Y entregó a los partidos, a los nuevos y a los viejos, la condición de, «la aceptación del sistema democrático liberal como único posible», cuyo instrumento sería la Constitución del 78.
Un texto que ha servido para uso y abuso de los partidos políticos, pero ajeno a la nación. Una Constitución para gobernar por encima, por abajo, alrededor y a través de ella, pero nunca honradamente se ha hecho con ella. Unos inventaron la socialdemocracia, que es la sopa boba de la Guerra Fría y para que no se enfriara más la sopa, se hace por consenso la Ley de Amnistía del 77. Y así solo se quedaron fríos los fideos del odio y el rencor. La socialdemocracia se quedó a cero de la suma del socialismo y el marxismo.
Hoy los mandatarios en vez de fomentar sistemas políticos iguales para el pueblo con una ley electoral justa y limpia, invierten el sistema para que no seamos iguales en las elecciones ni en las urnas, y que manden las minorías para diferenciarnos y enfrentarnos. Cuando se pierde la memoria o no se tiene, aparece el odio remozadito de mentiras para anular la Ley de Amnistía. ¿O es que se ha institucionalizado la mentira política? Hoy se miente con ganas, más allá del ridículo y el absurdo, en las tertulias, en los carteles, en los discursos, a pie y en bicicleta.
Todo el mundo se ha puesto manos a la obra. A ver quién tiene menos memoria y dice mentiras más gordas.
Pronto no queda una verdad en este país de nuestros sueños. Que Dios nos ampare y nos proteja de estas miserias sin memoria…