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Cartas al director

Este 17 de mayo

Quizá, don Ramón María del Valle Inclán y otros autores de su generación han tenido algo de culpa al respecto sobre la idea general en España sobre el clima gallego.

Sus escritos han sido buenas y completas obras de arte literario, clásicos. En ellos se nos muestra una Galicia con sus caciques y sus plebeyos, ligados a una tierra que les pertenecía por derecho propio a ambas partes, ya que en ellas nacían y crecían. También se moría.

Quienes las trabajaban eran ellos, directamente, la servidumbre, y se les negaba su adquisición directa, así como todo tipo de autonomía personal, (siempre supeditados a los antojos y deseos del cacique de la zona), que les negaban una educación y conocimiento más adecuados a los tiempos que estaban ocurriendo en toda la civilización occidental; de ahí que la emigración gallega haya sido tan necesaria en busca de alternativas de vida.

Como dice la tradición, la ría de Vigo forma parte de uno «de los dedos de Dios», donde apoyó su mano para descansar.

Las Islas Cíes poseen unas de las aguas y playas más hermosas del planeta, no en vano su corriente marina proviene del estrecho de Magallanes. Frena vientos y nubes, y parapetados tras ella disfrutamos de un microclima envidiable: temperaturas estables y razonables para disfrutar todo el año.

Al escribir estas líneas quiero retener en mi memoria a Domingo Villar. Este gran escritor que en sus libros ha conseguido poner en el mapa literario otra Galicia, distinta de la descrita por sus predecesores antes sugeridos.

Vigo y su ría, con todos los pueblos del extrarradio: Moaña, Cangas…, de hecho muchas personas están peregrinando por los itinerarios que describe en su libro El último barco.

Ayer, Domingo Villar se debatía entre la vida y la muerte en el Hospital Álvaro Cunqueiro, situado en Beade, perteneciente al Ayuntamiento de Vigo. Una persona de su talante, amante de su tierra, nos era muy necesaria para construir esta nación gallega.

Ayer, 17 de mayo, Día de las Letras Gallegas, fue un día precioso, con calabobos, para reivindicar todo lo que nos ofrece Galicia.

Nuestra «dignidad» de personas no permite que nos alejemos de nosotros mismos y, como decía Ortega y Gasset, de «nuestras circunstancias», ya que «si no las salvo a ellas no me salvo yo».

Israel Durán

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