Cartas al director
La fidelidad en política y sus consecuencias
Vamos a ver, cuando alguien quiere vivir de la política lo tiene que hacer a partir de un concepto básico y esencial que siempre tiene que respetar, so pena de tener, en caso de no cumplirlo, un futuro muy poco halagüeño como incierto: la fidelidad. Vaya, más o menos como en los matrimonios, aunque éstos también, como en la política, pueden ser, y lo suelen ser, de mera conveniencia. Pues bien, no hay una sola fidelidad sino varias. Personalmente y de forma resumida, lo abreviaría en tres, a saber, en primer lugar, la fidelidad a una ideología, es decir, a unos principios y valores y, en este sentido, uno puede ser (de derecha a izquierda), pues, conservador, liberal, socialdemócrata, comunista, etc.; en segundo lugar, la fidelidad a una marca o siglas, es decir, de Vox, PP, PSOE o Podemos; y, en tercer lugar, la fidelidad a un determinado líder. Antes de continuar es necesario aclarar que estas tres fidelidades no tienen por qué convertirse en compartimentos estancos y pueden coincidir, simultáneamente, en cada político en cuestión. Ahora bien, el problema se plantea cuando se pierde el concepto de la fidelidad, o fidelidades si se quiera, en el aspecto exterior y solo se conserva una egoísta forma de ser fiel, que no es otra que a sí mismo. Un caso ya paradigmático, en la actualidad, es Pedro Sánchez, el cual, siendo secretario general del PSOE, ni es fiel al ideal socialista ni a la marca PSOE, solo es fiel a su imagen, a su persona, convertida, por su egocentrismo patológico, en una obsesión y una enfermedad con unas consecuencias letales para la sociedad española. Aunque el líder de un partido, ya sea de derechas, de izquierdas o de todo lo contrario (este es el caso de Pedro Sánchez), tenga una predisposición natural a un cierto endiosamiento, lo cierto es que siempre hubo límites, hasta que llegó este personaje. Por todo lo anterior, la oposición al sanchismo se equivoca al apoyar, parlamentariamente, al personaje, en aras de un mal concepto de sentido de Estado. Porque, en esta tesitura, lo único sensato y responsable es acabar con el mismo, forzando una dimisión y/o una convocatoria anticipada de elecciones generales. Y, todo ello, se hace alusión, especialmente, a la estúpida costumbre de la derecha tradicional de darle balones de oxígeno a Pedro Sánchez, salvándole los trastos, cuando lo inteligente sería, justamente, lo contrario.