Cartas al director
El pasado se encoge
Desde que empezó el siglo XXI, no dejo de pensar que nos hemos acostumbrado a ser cínicos para sobrevivir. Ahora el cinismo se viste de eso que llaman «lo políticamente correcto», que es una forma de autocensurarse. No sé qué es ser cínico, yo no lo he sido nunca, tal vez por mi enseñanza familiar y la influencia católica de mi padre. Mi progenitor era un hombre de una rectitud extrema y unos principios que chocaban con la hipocresía dominante. Nació con el siglo XX.
Ya he superado la edad en la que murió mi padre, de una enfermedad degenerativa provocada por todas las vicisitudes negativas que padeció durante toda su vida. Él se fue de este mundo sin ningún rencor, ni renunció a su fe y sus valores humanos. Y yo ya no me parezco a él, me he convertido en un pesimista descreído que ha perdido la ilusión de que este mundo sea mejor cada día, lo que él quería.
Soy consciente de que mi pesimismo es cuestión de la edad y de los tiempos que vivimos. Mi pasado se encoge y el futuro no se agranda. Tengo la sensación de que me estoy adentrando en un territorio totalmente desconocido. Sé que todas las generaciones han sentido algo parecido al envejecer. La incertidumbre rige nuestras vidas, especialmente cuando has pasado los 70 años.
Me gustaría ser optimista, que es lo necesario para albergar alguna esperanza. Pero es difícil porque mi deterioro sobre la condición humana ha ido creciendo año en año. La política lo ha adsorbido todo, por eso no me identifico con ese discurso de la izquierda, ni con los valores de la derecha.
No puedo evitar la perplejidad de no tener ninguna respuesta a las grandes preguntas. Dios guarda silencio. Y el cinismo nos estrecha la vida. Y yo que pensaba que la sociedad de este siglo de lo «políticamente correcto» estaba vacunada de ese mal. Pero el tiempo se termina…