Cartas al director
El cretino de la Moncloa
Es muy triste que ocurran lances extremos como el de Rumanía el 25 de diciembre de 1989: Nicolae Ceausescu –líder del Partido Comunista en función de presidente del país– y su esposa fueron fusilados por el pueblo, después de que intentaran escapar de la capital. La ambición del poder ciega de tal forma que no se llega a percibir el riesgo que entraña despreciar al pueblo y engañarle continuamente. Y la revuelta que llevó a Ceausescu a esta situación fue una pequeña protesta por el arresto de un pastor húngaro crítico con el Gobierno.
Claro que es arriesgado estimar que haya cierta similitud entre la política desarrollada por el mencionado presidente de Rumanía y la de nuestro presidente; en nuestro caso no se aprecia ningún delito de sangre como sí lo había en el anterior mencionado. Pero sí apreciamos en el nuestro un acusado abuso de poder, ideologías similares a aquel y maniobras impropias en cualquier mandatario decente y honesto. Se atisba en nuestro actual Gobierno un gran desprecio por los gobernados, inhibición en los problemas que tendremos mañana, y despreocupación por la situación a la que está llevando al país. No sería de desear que el pueblo español acabase como el rumano en aquel entonces.
El conseguir todo el poder de las instituciones no le garantiza mantener la fuerza necesaria para evitar que el pueblo se harte de los abusos y engaños continuos y la pobreza a la que, irremediablemente, le llevarán. «La dictadura, por cualquier nombre, se basa en la doctrina de que el individuo no es nada; que el Estado es el único que cuenta; y que hombres, mujeres y niños fueron puestos en la tierra con el único propósito de servir al estado» aclaró Harry S. Truman.
Son muchas las razones que nos hacen pensar en un autócrata al referirnos a nuestro presidente: lo más reciente, en los PGE, favorece con gran descaro a las regiones y provincias que le resultan más necesarias para mantenerse en el poder. Abusos incomprensibles en la ley del aborto, en la que desprecia, con toda osadía, el interés del pueblo y, por supuesto, de las víctimas que se asesinan. Una ley de educación adoctrinadora, que pervierte a los niños. Asalto a las instituciones del Estado, para obtener el control de todas ellas, Indra, el INE, el CIS, la Justicia, los medios de información y comunicación, el Consejo de Estado, con voracidad intervencionista. Compra de votos a la juventud con subvenciones estúpidas, compra de votos al pueblo más lego, etc.