Cartas al director
Artemisa y Diana
Las mitologías griega y romana nos recuerdan a Artemisa y Diana como diosas de la caza, naturaleza y fertilidad. Ha comenzado una nueva temporada de caza y los seguidores de ambas deidades se han echado ilusionados al monte a practicar el apasionante deporte de la caza. Hombres y canes nos ofrecen una estampa bucólica y sublime; caza es sinónimo de equilibrio, genuino ecologismo y adoración por la Madre Naturaleza. Los cazadores, la inmensa mayoría, han heredado la pasión cinegética de sus abuelos y padres, quienes les han transmitido el respeto por la flora y la fauna a las que miman con primor defendiendo a ultranza el ecosistema. No son depredadores, también necesarios, ni pistoleros retrógrados, psicópatas de gatillo fácil con un tic en el dedo índice encallecido y convertidos en asesinos en serie tal y como nos los presentan algunas asociaciones ecologistas y partidos políticos con mentalidad puritano-talibán. Por si todo lo anterior fuera poco, la temporada de caza genera riqueza a su alrededor, es un motor que mueve la economía. Un ambiente distendido de camaradería y esparcimiento reina ya muy de mañana entre los cazadores cada uno pertrechado con su morral, vituallas, termo y cartuchos; evasión, alegría, celos e incluso pequeñas peloteras cuando surge la duda de quién ha abatido la paloma, la becada o la perdiz son la tónica general en cada salida. Corren malos tiempos para la caza a la que algunos pretenden erradicar esgrimiendo su proteica ignorancia y no siendo conscientes de que ello conllevaría un ataque letal contra el sector primario y un descalabro para aquello que dicen defender. Resulta muy esperanzador y encomiable comprobar que sí hay un recambio generacional; jóvenes cazadores toman el relevo respetuosos e ilusionados para disfrutar del arte de la caza guiados y amparados por Artemisa y Diana.