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Cartas al director

Uniformidad contra exclusión

Hace unos pocos días, un famoso personaje de la vida española en una charla con sus amigos afirmó la oposición entre estos dos términos: uniforme y excluyente. De las imágenes que dan constancia de ello extraigo la frase en que decía: «Uniforme y, por tanto, excluyente». Personalmente nunca me había planteado tal oposición que, sin embargo, era evidente para el orador.

Uniforme según la R.A.E. significa igual, conforme, semejante; mientras que excluyente supone que deja fuera o rechaza. No veo la conclusión del orador en el uso del «por tanto», no creo que lo primero, uniforme, conduzca irreparablemente a lo segundo, exclusión.

Entiendo que una familia presenta ese rasgo de uniformidad, lo mismo que un club deportivo, incluso un partido político, y siguiendo de modo ascendente con los ejemplos, una nación representa una gran uniformidad; sus habitantes viven en un territorio común, hablan una lengua común, mismo Gobierno, misma legislación, en resumen, una misma cultura e historia creada a través de siglos y de generaciones. Por eso hay símbolos que representan esa uniformidad, desde la Bandera, el Escudo y el Himno, hasta el mismo Rey.

¿Dónde está pues la exclusión? Ni el primer escalón social de la uniformidad, la familia, ni el mayor, la nación, conducen a la exclusión, al rechazo a otras familias o naciones, más bien llevan a la convivencia con esas otras «uniformidades», y así se desarrolla la democracia. La propia constitución (otro signo de uniformidad), en su artículo 1º,1 cita la igualdad como valor superior de nuestro ordenamiento jurídico. Quizá el orador estaba trastornado por el jet lag cuando esto pronunció, y el lector ya habrá adivinado que la referencia que dio origen a la frase fue España, «una España uniforme», dijo, y por tanto (ahora sí procede), sabrá a quien me refiero.

Luciano Ibañez Dobon

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