Cartas al director
Feijóo y Alibaba
Tener amigos de todas las esquinas políticas es todo un lujo, y más aún poder conversar y saber escuchar. A la corta y a la larga todos salimos ganando en ello. Tales maneras de ser me han llevado estos días a consolidar lo que me percataba: el Congreso Español llevaba años sin escuchar palabras, razonamientos y esperanzas tras el discurso de Ramón Tamames. Sabemos de cierto que nadie apostaba un euro por la moción de censura que allí se planeaba, sobre todo, por el gallinero que seguimos teniendo desde la época de Zapatero. Los diputados que ahí se congregaban, en inteligencia, en léxico y vocalización empleada, formas de plantear y educación exquisita, ninguno de ellos le llegaba a los cientos de tobillos que allí se encontraban. Ramón Tamames, miren desde lo miren, sea usted del ala en que se encuentre, sea incluso agnóstico de la política, nadie puede negar a que después de muchos años, los techos del Congreso palmeaban por el rigor de una buena alocución. Con hombres de tal gallardía, antes y hoy, todo nos iría de color de rosa.
Tras comprobar una vez más quién estaba y quién no ese día en la «Jauría tan distinguida» pude comprobar lo que no esperaba y sí había oído. Ha sido el mismo de siempre, el que ladea a los que no piensan como él dentro de su partido, al que no se levanta cuando pasa la bandera española si sus «lejanos colegas» y el público lo hacen, al que ha quitado en Galicia el busto que el pueblo gallego puso tras los gratos días donde Juan Pablo II hablaba a toda Europa, al que muchos pocos creemos será un buen presidente en breve si España le vota y si Tezanos le absuelve. Conclusión: Marx Scheler llevaba mucha razón cuando hablaba de la emulación de los excelentes sobre la integridad. Que la confianza está siempre presente en las operaciones más ordinarias de nuestra vida y que la fiabilidad va unida a la calidad de las personas mantenidas a lo largo del tiempo.
Claramente, Alibaba, sin duda, no se llevaría a tan buen vasallo, al Sr. Feijóo, a su cueva particular donde presume de poseer los mejores tesoros.