Cartas al director
Bloqueo a la fresa onubense
os años electorales dejan al descubierto las miserias políticas. No conoce, acaso, el PSOE, abanderado de la lucha medioambiental y el cambio climático, que ciertos municipios (Estepa o Marchena, por citar algunos) regidos por sus acólitos en la vecina provincia de Sevilla presumían del gran servicio prestado por separación de residuos cuando realmente los enterraban, obviando el reciclaje previo de sus concienciados ciudadanos, en parajes con ¡especies en peligro de extinción! Y, ahora, se rasgan las vestiduras, pues parece ser que los freseros onubenses están secando el mayor humedal europeo, Doñana, con permiso de la Junta de Andalucía, gobernada por su principal rival político.
Quizás esta humillante visita turística de algunos representantes del Bundestag, aceptada y apoyada desde el Gobierno central, esconda ciertamente más un boicot a la fresa onubense, más barata que la que producen los mercados alemanes, que un celo medioambiental, por parte germana y un uso partidista de desgaste del adversario por la parte progresista que cohabita con independentistas y filoetarras, todos ellos, eso sí, «muy verdes». Los agricultores, en cambio, se defienden afirmando que realizan un uso eficiente de los escasos recursos hídricos de la zona con la última tecnología disponible y que las primeras explotaciones están a más de cuarenta kilómetros de la reserva ecológica, cuando no a cien, en la zona norte.
Pero, seamos sensatos, ¿qué Gobierno nacional permitiría una obstrucción a sus productos de clara índole comercial que no medioambiental? ¿Debe un Gobierno nacional consentir que una delegación foránea invada sus competencias y reste credibilidad a sus compatriotas?
Conviene no olvidar que los auténticos expertos del medio natural son los agricultores que conviven a diario con él y son los más interesados en su desarrollo sostenible, no los neófitos que gestionan en sus torres de marfil desde la más soberbia ignorancia, aunque con intereses bien definidos, como puede verse.