Cartas al director
Recuerdos de antaño
De vez en cuando hay que dar importancia a las pequeñas cosas de la vida. Que no es lo mismo que las cosas pequeñas. Y que influyen y afectan nuestro día a día. Las cartas de papel y buzón, escritas a mano. Antes, cuando el cartero traía una carta, siempre hacía mucha ilusión y se abría con entusiasmo porque traía noticias de personas queridas, ya fueran o no de la familia. Llegaban las típicas «por avión», con sus trapecios azules y rojos adornando todos los bordes del sobre. ¡Cuántas habremos recibido en nuestra vida teniendo a varios familiares en el extranjero! Las cartas de estudiante o de la mili, que podían venir de casi cualquier lugar de España. Estas eran las más esperadas, por razones obvias (nos enviaban a lugares que no conocíamos junto a personas que tampoco habíamos visto nunca y a obedecer órdenes...). Era la famosa mili. Y para completar, las postales. Preciosas imágenes a todo color de ciudades que nunca habíamos visto (Londres, París, Madrid, Nueva York o Sevilla), de paisajes o de flores, todas alegraban a la España en blanco y negro que teníamos entonces. Daba gusto recibir cartas. Siempre o casi siempre eran agradables, importantes, con remitente conocido que tenía algo que contar. Ahora abrimos el buzón con cierta desgana, casi por obligación, facturas, publicidad de productos varios y, en época electoral, sobres y más sobres de todos y cada uno de los partidos. ¿Cómo se malgasta el dinero en las pesadas y repetitivas elecciones? Prefería las cartas de antes.