Cartas al director
Lo moderado y lo extremo
Uno de los criterios esenciales en nuestra confusa sociedad para distinguir entre lo bueno y lo malo, es identificarlo respectivamente con lo moderado y lo extremo. Así, será bueno y apetecible lo que nos digan que rezuma mesura y moderación, mientras que será malo y despreciable aquello que nos tachen de extremoso y radical. Mas como no siempre resulta fácil diferenciar entre ambos, conviene recordar lo que en España se tiene por uno y por otro. Por ejemplo, es moderado: consagrar como derechos matar a los hijos antes de nacer y «eutanasiar» a enfermos y ancianos; ridiculizar el catolicismo frente al islamismo y el ateísmo; discriminar positivamente a los delincuentes extranjeros; fomentar en las escuelas la práctica de actividades sexuales y la elección de «género»; considerar a todo hombre potencial violador y maltratador de mujeres y niños; exigir que se acoja y subvencione a quienes crucen ilegalmente nuestras fronteras y criar a los menores del país cuyo monarca alardea de poseer inmensas riquezas; dificultar el uso del español en nuestras regiones bilingües y especialmente en las escuelas; imponer una sesgada visión histórica que penalice a quienes denuncien los crímenes cometidos por la izquierda; denigrar al rey, la bandera y el himno nacional; simpatizar con el comunismo, el secesionismo y el filoterrorismo; proclamar la santidad de la ideología LGTBI, la Agenda 2030, la emergencia climática y, en general, todo aquello que exhiba la etiqueta de «progresista». Por el contrario, se tiene por extremoso, radical y malísimo, todo lo que cuestione, se oponga y resista al anterior rodillo ideológico. Es fácil.