Cartas al director
Me avergüenzo de ser español
Hago esta afirmación categórica desde el punto de vista político, no histórico ni deportivo ni cultural. No soporto tanta estupidez política, tanto hazmerreír de las naciones que nos miran cómo estamos a punto de depender de la decisión de un prófugo de la justicia española como Carles Puigdemont, expresidente de la Generalitat de Cataluña fugado a Bruselas, capital de la Unión Europea.
Nadie en este país ni sabe ni quiere ni puede evitar que un independentista determine el partido y el presidente que debe gobernar nuestro país, a partir del próximo día 28 de agosto, una vez constituidos el Congreso y el Senado de a Nación.
Me da vergüenza pensarlo y admitirlo, y cada vez estoy más harto de las declaraciones de políticos, tertulianos y muchos periodistas de los medios de comunicación. ¿Es que no se podía haber evitado esta vergonzosa y pueril dependencia de un independentista? Es que durante estos años, nadie ha querido, podido o sabido evitarlo? Es que los que nos pasa hoy en nuestra España, pasa en muchas otras naciones del mundo? No, ¿verdad? ¿Verdad que no pasa en ningún otro país del mundo? ¿Y cómo lo tienen solucionado? Pues no queremos saberlo, nos da igual, que pase lo que tenga que pasar.
Si España se rompe, se descuartiza, qué le vamos a hacer, son cosas del liberalismo absolutista y de la democracia ilimitada y estúpida, sin sentido común, la que afirma que todas las ideas se pueden defender siempre que no sea con violencia. Pues no, las ideas organizadas y apoyadas por muchos en contra de la convivencia de los demás son torticeras, engañabobos que cualquier país medianamente organizado no tolera en su seno. Porque puede ocurrir el espantoso ridículo que nos está ocurriendo: que desde hace tiempo, un político que se dice español, sea un traidor como Bellido Dolfos, y que para conseguir continuar mandando a un país no duda en vender su alma a los enemigos de España.
¿Y cómo lo han solucionado esos países? Pues aun aceptando el liberalismo político, económico y social, declarando ilegales a los partidos políticos independentistas que luchan y atentan contra la unidad territorial del Estado-. Vamos, que esos países se niegan a admitir la estupidez de tener al enemigo dentro de casa. Y se quedan tan anchos, tan confiados en sí mismos, porque han hecho lo que tenían que hacer: ser demócratas pero no gilipollas.
Todos nuestros políticos han dado y dan carta de naturaleza para que actúen libremente a pecho descubierto los enemigos de la Patria, de la Nación y del Estado, los que aspiran y quieren romper, desmembrar el país, y que además lo están consiguiendo.
Pero, ¿cómo hemos llegado hasta aquí? ¿Somos todos tan ingenuos, lerdos o tontos de capirote la mayoría de los españoles? ¿No hay nadie que dé un paso adelante y grite estentóreamente que no podemos ser imbéciles por más tiempo, que no podemos hacer como el avestruz que, cuando se ve en peligro, esconde la cabeza en un agujero en el suelo creyendo que así desaparece el peligro? ¿Somos tan avestruces?
De una cosa estoy seguro: lo que ocurra en el futuro político a partir del día 28 de agosto no será culpa mía.